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     Es esencial que la serie de los medios empleados para desarrollar estos sentimientos partan, en toda su extensión, de este punto inicial y se aten firmemente a él en su proceso total. Toda verdad y seguridad interior de la fuerza moral y todo fundamento de los conceptos exactos de estos sentimientos, que descansan en la intuición interior, están en la más íntima relación, desde su germen hasta su término, con los primeros cuidados maternales.

     No olvides, por tanto, madre, que el punto inicial del enseñar a hablar a tu hijo sobre objetos morales está encadenado por la Naturaleza a los mismos cuidados y a los sentimientos que vivifican, tanto y más como el punto inicial del enseñar a hablar a tus hijos sobre objetos sensibles, lo está a estos cuidados y a los sentimientos que animan; y así, cuando quieras enseñar a hablar a tus hijos sobre objetos morales, sigue también la marcha de la sabia Naturaleza. Así como no le haces pronunciar, ni le debes hacer pronunciar nunca los nombres cabeza, ojos, oreja, mano, etc., antes que la imagen de éstos esté impresa firmemente en su espíritu por múltiples intuiciones, del mismo modo no le hagas pronunciar las palabras amor, confianza y agradecimiento hasta que se hayan producido indeleblemente estos sentimientos mismos en su espíritu mediante múltiples intuiciones interiores. Que no pronuncie la palabra amor sin el vivo sentimiento del amor; que no pronuncie la palabra agradecimiento sin sentir vivamente el agradecimiento; que no pronuncie la palabra confianza sin la amplia conciencia de una confianza verdadera.      Sé lo que exijo, pero Dios y la Naturaleza exigen lo que yo exijo; el mundo y tú misma te agobian con lo que no exigen de ti ni Dios ni la Naturaleza; por eso únicamente es difícil lo que Dios y la Naturaleza exigen de ti. El mundo y tú te apartan completamente de los sentimientos superiores del gran encadenamiento natural de nuestras fuerzas y de su desarrollo a los primeros cuidados prestados a tu hijo en tu regazo; y sin el sentimiento elevado y ferviente de este gran encadenamiento, llegas a ser arrastrada en cada momento a pronunciar la palabra amor y a hacerla pronunciar a tu hijo sin el vivo sentimiento del amor. ¡Pobre madre! ¡Lo que el mundo hace contigo es lo que tú misma haces! ¡Sal de tu error! ¡Apártate de las asechanzas de este mundo loco; elévate a sostener en todo momento el gran secreto de tu fuerza suprema, sin el que no eres madre, sin el que no tienes valor para ser madre; asegúrate; desatiende todas las cosas de la tierra cuando seas madre, y asegúrate la madurez interior, etcétera -la madurez interior de los sentimientos de amor, de agradecimiento y de confianza de tu hijo, mediante la verdad interior de estos sentimientos en ti misma, y mediante una pureza y santidad en los cuidados prestados a tu hijo, asequibles únicamente mediante esta verdad interior de estos sentimientos en ti misma!

     ¡Madre, madre! la pureza en los cuidados prestados a tu hijo, dirigida y aplicada a la verdad de estos sentimientos, es la que te arranca del mundo como madre y te entrega a ti misma y a tu hijo. ¡Madre!, únicamente esta pureza te eleva, como, madre de tu hijo, de una verdad a la otra, de una a otra fuerza.

 
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de J. E. Pestalozzi

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