La elevación (emporbildung-zu) de estas fuerzas de la naturaleza humana a la pura sabiduría de la humanidad, es el fin general de la educación de los hombres, aun de los más humildes. El ejercicio, la aplicación y el uso de su fuerza y de su sabiduría en las situaciones y circunstancias particulares de la humanidad, constituyen la educación profesional y especial, que ha de estar subordinada al fin general de la educación humana.
En la sencillez y en la inocencia se fundamenta la sabiduría y la fuerza de la parte fertilizadora de la humanidad, así como son para ella una necesidad indispensable en cada altura alcanzada.
Quien no es hombre en sus fuerzas interiores -hombre educado-, carece de los fundamentos para la formación de su destino más próximo y de sus condiciones particulares, a los que no puede descubrir ninguna elevación exterior. Hay grandes abismos entre el padre y el príncipe, entre el pobre abrumado por las preocupaciones de su subsistencia y el rico que se lamenta de otros cuidados más difíciles aún; entre la mujer ignorante y el erudito mal afamado; entre el perezoso indolente y el genio cuya fuerza de águila influye en todo el mundo. Pero cuando falte a alguien en su altura la pura humanidad, le envolverán nubes sombrías, mientras que en las bajas cabañas de la humanidad educada brilla la pura, elevada y satisfecha magnitud humana.
Un príncipe, desde su altura, ansía leyes sabias y justas para sus presos; pero arrojará en vano, como precio de ello, su bolsa repleta ele oro. Si introduce alguna humanidad en el consejo de guerra, en su intendencia de caza, en la administración de sus rentas, y lleva al interior de su casa un puro sentido paternal, hará sabios, austeros y paternales a los jueces y guardianes de sus prisioneros.
Sin esto, el resplandor de la ley más justa es como la promesa de amor al prójimo en boca del monje más dominante.
Así, cuán lejos te hallas, príncipe, de la venturosa verdad que buscas.
Mientras, los padres, que se arrastran en el polvo a tus pies, obran sabiamente con sus hijos mal aconsejados. Príncipe, aprende en las lágrimas de sus insomnios y en las penas de sus vigilias la sabiduría para con tus presos, y cede tu derecho de vida y muerte a los hombres que buscan la sabiduría en este camino. Príncipe, la ventura del mundo es la humanidad educada, y sólo por ella produce efectos la ilustración, la sabiduría y la gracia interior de las leyes.
Hombre, el sentimiento interior de tu ser y de tus fuerzas -tú mismo- es el objeto inmediato de la Naturaleza educadora.
Pero no vives en la tierra únicamente para ti. La Naturaleza te educa para las relaciones exteriores y por las relaciones exteriores.
Cuanto más próximas a ti, hombre, están estas relaciones, más importantes son en la educación de tu ser para la consecución de tu destino.