Beatitud de nuestro ser en lo más íntimo, fuerza pura de nuestra naturaleza, tú eres la ventura de nuestra existencia, no ningún sueño. Buscarte e investigarte es el fin y el destino de la humanidad y el impulso de mi alma, y también mi necesidad.
¿Por qué camino, por qué vía te encontraré, verdad, que eres mi salud y me elevas al perfeccionamiento de mi naturaleza?
En lo íntimo de mi naturaleza está la explicación de esta verdad.
Toda la humanidad es substancialmente igual, y no tiene más que un camino para alcanzar su fin.
Por esto, la verdad -que es puramente creada por lo más íntimo de nuestro ser- será la verdad humana general y llegará a ser la verdad conciliadora de los combatientes que a millares discuten en su superficie.
Todas las fuerzas fecundas de la humanidad no son dones del arte ni del azar. Están con sus fundamentos en lo íntimo de la naturaleza de todos los hombres. Desarrollarlas, es una necesidad general de la humanidad.
Por ello, el camino de la naturaleza que esta cultura descubre, ha de ser abierto y fácil, y la educación humana en la verdadera y sedante sabiduría, simple y aplicable a todo.
La Naturaleza descubre, mediante el ejercicio, todas las fuerzas de la humanidad; su desarrollo se funda en el uso.
El orden de la Naturaleza en la educación de la humanidad se halla en la capacidad de aplicación y ejercicio de sus conocimientos, de sus dones y de sus disposiciones.
Así, pues, el hombre que posee la sencillez y la inocencia es educado por la Naturaleza en la verdadera sabiduría humana al ejercitar y al servirse de sus conocimientos con un empleo puro y dócil, y de sus fuerzas y disposiciones con una dulce actividad; por el contrario, el hombre que altera este orden de la Naturaleza en su alma y debilita el sentido puro de la docilidad de sus conocimientos se incapacita para el goce venturoso de la verdad.
La práctica de actos contra el sentimiento interior de lo justo socava la fuerza de nuestro conocimiento de la verdad y perturba el claro sentido de la sencillez pura y elevada de nuestros conceptos y sentimientos fundamentales.
Por tanto, la sabiduría humana descansa en la fuerza de un corazón bueno, obediente a la verdad, y toda la dicha humana en este sentido de la sencillez e inocencia.
Educación de la humanidad en este sentido puro de la sencillez y de la inocencia, eres la solicitud paternal que protege los fundamentos no corrompidos del corazón, y dirige rectamente la marcha de su desarrollo espiritual.