El círculo del saber -por el que es agraciado el hombre en su estado- es reducido, y comienza cerca, a su alrededor, alrededor de su ser, alrededor de sus más próximas relaciones; desde allí se extiende y tiene que regirse en cada expansión por este punto central, fecundador de la verdad.
El puro sentido de la verdad se forma en círculos reducidos, y la pura sabiduría humana descansa en el firme fundamento del conocimiento de sus relaciones más próximas y en la educada capacidad para proceder en sus asuntos más inmediatos.
Esta sabiduría humana, que se revela por las necesidades de nuestra condición, fortifica y forma nuestra capacidad de acción, y la dirección espiritual que provoca es simple y mira firmemente a las cosas; está formada por la fuerza total de las disposiciones naturales, de los objetos, firmemente establecidas en sus uniones efectivas, y por esto fácil de conducir a todas las direcciones de la verdad.
Su expresión son la fuerza y el sentimiento, y la aplicación precisa.
Camino excelso de la Naturaleza, la verdad, a la cual conduces, es la fuerza y el hecho, la causa, la formación, la realización y la disposición del ser completo de la humanidad.
No educas al hombre con un desarrollo rápido y brillante, y tu hijo ¡oh Naturaleza! es limitado; su discurso es expresión y efecto del conocimiento realizado sobre las cosas.
Pero cuando los hombres aceleran la marcha de tu orden, perturban en sí mimos su fuerza íntima y descomponen el equilibrio y el reposo de su ser en lo más íntimo.
Hacen esto, cuando antes de haber educado dócilmente su espíritu en la verdad y en la sabiduría por el conocimiento preciso de los objetos reales, se aventuran en el caos infinito de las palabras vanas y de las opiniones, y ponen, como fundamento de su carácter, y, como primera educación de sus fuerzas, sonidos, discursos y palabras, en vez de las verdades de los objetos científicos.
Este camino artificial de la escuela, que coloca la serie de las palabras antes de la naturaleza libre, lenta, cuidadosa, educa al hombre en el brillo falso, que disimulala carencia de fuerza natural interior y satisface a tiempos como nuestro siglo.
Orientación de la vida, destino del hombre, eres el libro de la Naturaleza. En ti está contenida la fuerza y el orden de esta sabia conductora; la educación escolar que no se construya con este fundamento, va descaminada.
Hombre, padre de tus hijos, no lleves las fuerzas de su espíritu por lejanos derroteros antes de que hayan adquirido fuerzas mediante un ejercicio apropiado, y guárdate de los malos tratos y de los esfuerzos excesivos.
La fuerza de la Naturaleza -aunque conduce irresistiblemente a la verdad- no es inflexible en su dirección; suena en la umbría el canto del ruiseñor, y todos los objetos de la Naturaleza se mueven con una libertad placentera; por ninguna parte se ve la menor sombra de un orden importuno.