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     El ejercicio serio, ordenado, de todas las disposiciones pequeñas; la aspiración al fortalecimiento de su fuerza, es el camino de la Naturaleza en la formación y fortificación de todas las energías, y es la dirección del puro sentido filial de la humanidad respecto a Dios en todo lo profundo y en toda debilidad.

     El gusto por el falso brillo, el impulso, la disposición y las fuerzas para disfrazar y ocultar su debilidad, es la dirección de la humanidad más baja y más débil, que se ha apartado de este camino educador de la Naturaleza.

     La elevación exterior e interior humana, formada en este camino puro de la Naturaleza, es la condición y sentidos paternales contra las fuerzas y disposiciones inferiores.

     Hombre, en tu excelsitud, dirige el ejercicio de tus fuerzas hacia este fin.

     Sentido paternal, dirige las fuerzas superiores hacia la muchedumbre débil e inculta de la humanidad.

     ¡Oh príncipe en tu excelsitud! ¡Oh Goethe en tu fuerza!

     ¿No es deber tuyo, oh Goethe, seguir completamente el camino de la Naturaleza?

     Los cuidados con la debilidad, el sentido, el fin y el sacrificio paternales en el ejercicio de su fuerza: esta es la pura excelsitud de la humanidad.

     ¡Oh Goethe en tu magnitud! Cuando desde mi profundidad miro hacia arriba, tiemblo, callo y suspiro.

     Tu fuerza es igual al impulso de los mayores príncipes, que sacrifican al brillo de su imperio millares de dichas de su pueblo.

     Gracia pura de la humanidad, eres la fuerza y el resultado de la creencia.

     Sálvame a mí y a mi cabaña. Porque la humanidad cree en Dios descanso en esta cabaña.

     La creencia del pueblo en el sacerdote de la divinidad es el sosiego de mi vida.

     Sacerdote de la divinidad, eres el puro estado paternal de la humanidad.

     Tu fuerza es el conocimiento divino.

     El conocimiento divino es amor, sabiduría y sentido paternal.

     ¡Oh si pudiera poner bajo la protección de mi divinidad a quien se dirigiera a mi choza!

     ¡Oh sol, imagen de su fuerza, ha terminado tu día! ¡Te vas tras mis montañas! ¡Oh día de mi consunción! ¡Oh esperanza en el mañana venidero! ¡Oh fuerza de mi creencia!

 

 

 

De El libro de las madres

     El niño no puede hablar espontáneamente sin el auxilio del arte, como le ocurre con el ver.

 
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Las veladas de un ermitaño de J. E. Pestalozzi   Las veladas de un ermitaño
de J. E. Pestalozzi

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