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Nuño respondió con medias palabras incoherentes; a despecho de su arrogancia, la advertencia recibida le ponía en cuidado: receloso, giró la vista en torno suyo ansiando descubrir si la idea de denunciar sus poco mesuradas palabras había nacido en la mente de alguno. Por fortuna la indagación pareció tranquilizarle.

Poco a poco cerró la noche: la plaza había quedado casi desierta, y este grupo imitó a los otros, que ya se habían dispersado por las obscuras y estrechas calles de la ciudad.

-Diego García volverá esta noche -decía andando Ruy Pérez; -las buenas lanzas de su tercio habrán hallado manera de hacer presa en la campiña y quizás tengamos mañana mejor comida que la cena de esta noche.

Los pensamientos suscitados por una tal esperanza cortaron a todos la palabra, y cada cual volvió silencioso a su alojamiento.

Mientras así se conversaba, el barco, que al principio parecía seguir viaje, se había ido acercando poco a poco. Echó al mar una lancha en la cual se acomodaron dos hombres que bogaron con presteza hacia la playa; y apenas aquélla se apartó de la embarcación grande, ésta, desplegadas todas las velas, se alejó, y muy luego se perdió de vista.

La lancha atracó en la parte más obscura de la plaza y los dos remeros saltaron a tierra. El primero de aquellos extranjeros, viendo que en aquel sitio no había nadie, se detuvo a esperar a su compañero que se había quedado atrás ocupado en descargar una valija y otros varios bultos, hecha la cual operación, condujo la lancha a la punta de un pequeño muelle que servía para el amarre de embarcaciones mayores, y luego se reunió al otro -que por su porte y cierto aire de arrogante superioridad no parecía ser de condición igual a la suya- y le dijo como resumen de una conversación sostenida durante el trayecto:

-Miguel, es, pues, tiempo de estar avisado. Sabes quién soy... y no te digo nada más.

El llamado Miguel comprendió perfectamente el significado de aquellas pocas palabras, movió la cabeza expresando que haría lo que ellas expresaban y ambos se dirigieron a la próxima posada.

 
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