Púsose en pie Montmayeur, que estaba aún
más pálido que antes, haciendo un esfuerzo para disimular su
emoción, dirigiendo en torno suyo una mirada de extravío y
contemplando atontado al Tribunal, cuyos tres individuos, vestidos con rojas
togas, le miraban con fría indiferencia.
-Si su sensibilidad no le permito leer, señor jefe del
Jurado, la ley autoriza para que lea el segundo jurado.
Montmayeur dominóse, consiguiendo vencer a sus nervios,
y en pie, firme y rígido como un soldado en la parada y con la mano
colocada sobre el corazón dijo con voz más firme:
Por mi honor y mi conciencia, ante, Dios y ante los hombres
declaro que la decisión del Jurado es la siguiente: Respecto a la primera
pregunta, el acusado es culpable, y de la segunda, el acusado es también
culpable.
Volvió Montmayeur a sentarse, o mejor dicho,
dejóse caer en su asiento, y apoyó la cabeza en las dos manos
reunidas, mientras que entre el público iban en aumento los rumores.