-«Mi querido sobrino» -comenzó a leer el joven con voz
alterada.
-¿Ves? te la dirige a ti.. .
-«...Ya eres un hombre. Has terminado tu curso, alcanzando un
premio, por lo cual te felicito; ha llegado la hora de demostrar que eres
realmente serio. Comprendo tu deseo de entrar en una academia; pero es el caso
que en nuestro país hay muchos tontos instruidos, incapaces de ganarse un pedazo
de pan. Ahora bien, cada nación, lo mismo que cada individuo, debe preocuparse,
ante todo, de su subsistencia. Además, tu madre es anciana; cuando salgas de la
academia estará muy vieja ya. Tienes demasiado corazón para dejarla en un asilo
y te incomodará para viajar por el mundo y buscarte un empleo. Por eso te
propongo que vayas a China».
-¡A China! -balbució la señora Brzeska, dejándose caer en una
silla.- ¡A China! ¡Pero si es horriblemente lejos! ¡Tu tío no tiene
compasión!
Juan no contestó; continuó la lectura con la voz empañada por
las lágrimas:
-«Nuestra administración necesita un hombre joven instruido que
sepa el chino. Está dispuesta a pagar las lecciones que se precisen, y
consagrará a ello una suma de ochocientos pesos oro, durante un año. Estudiarás
en Pekín, donde es fácil encontrar profesor. Después, para practicar, irás a
nuestros depósitos de té en In-Ku. Cuando entres a desempeñar tus funciones
recibirás mil seiscientos pesos al año. La vida en China es barata, si no se
hacen excesos. En estas condiciones, no sólo podrás asegurar el bienestar de tu
madre, sino también economizar algo. Por otra parte, con el tiempo irás
ascendiendo: en nuestro comercio hay empleados que ganan cuatro mil ochocientos
y hasta ocho mil pesos al año. El soldado que no aspira a ser general, no es más
que un inservible. Cuando hayas reunido una suma bastante crecida, volveremos
juntos a Polonia, como conviene. Porque nuestro país es pobre y hay que llevar
dinero para servirle de ayuda y no de carga. ¡Así, hijo mío, abre los oídos! sé
asiduo, laborioso, económico, y, sobre todo, cumple tu deber alegre,
puntualmente, con todas tus fuerzas, que lo demás vendrá por sí solo. Créeme,
porque soy un viejo veterano. Tus superiores, al ver tu aplicación, te
distinguirán, y tú te acostumbrarás al trabajo y te harás un hombre de empuje
que no se dejará soplar la dama y sabrá salir del paso en cualquier momento.
Prepárate, pues, a marchar, sin sentimentalismo. Haz comprender a tu madre, que
si habéis de vivir separados por un millar de millas, lo mismo le da que sea
hacia el Oriente o hacia el Occidente: aquí o allá, nunca, estaría contigo. Vale
más que vayas a Oriente mientras eres joven y tienes la cabeza llena todavía de
quimeras, porque del Occidente no tardarías en regresar para marcharte en
seguida mucho más lejos aun...».