-En el vestíbulo. Lo eché fuera y cerré la puerta con llave. Y
no he de dejarle entrar: ahí se estará toda la noche. Ha maltratado a la mujer,
enfermado de susto a los hijos...
-Mamita, hay que poner término a eso de una vez; acabarían por
matarse; es menester despedirlos sin tardanza.
La señora Brzeska dejóse caer en una silla y puso las manos
sobre las faldas.
-Efectivamente, habría que despedirlos, pero...
-En ese momento la puerta del vestíbulo rechinó, se entreabrió,
y por la rendija asomó una cabeza desgreñada.
-¡Alma generosa! ¡María Kazimirovna!...
-¡Fuera de aquí, fuera! ¡no has de conseguir nada! ¡no te
concederé un minuto! -exclamó la señora Brzeska.- Mira, Juanito mío -agregó en
cuanto hubo desaparecido la cabeza,- mira que de ese modo, perderemos seis meses
de alquiler...
El joven iba y venía con las manos en los bolsillos.
-¡Pero, mamá, si hemos de perderlos de todos modos! Es preciso
tomar un partido.
La señora Brzeska suspiró.
-La cosa es seria. Los huertos no han producido casi nada, las
legumbres están tiradas; ni los perros vienen a buscar papas... y los gastos
aumentarán cuando vayas a tu academia...
Temblábale la voz, y alejó el rostro del cono de luz que
proyectaba la lámpara. La puerta rechinó de nuevo, muy despacio:
-¡Alma generosa!...