Al oír esto, el joven sacristán abrió los
brazos a los dos chicos a la vez. El frío de sus caras y de sus ropas
hizo que dijera rápidamente:
–Vengan, niños, vengan a la sacristía, que
ahí hay un buen fuego... y ustedes parecen exhaustos... voy a calentarles
un poco de leche... y tengo pan... y también queso.
Los chicos no prestaban mucha atención, ocupados como
estaban en beberse la deliciosa leche caliente y en comerse grandes bocados de
pan y de queso. Pero Lorenz, el sacristán, no dejó de hablar ni un
minuto durante la siguiente media hora. Les contó que Johann Cristoph y
él se habían hecho muy amigos, que llegaron a Ohrdruf -siendo muy
jóvenes- casi al mismo tiempo; que se sentían solos y
tenían nostalgia de sus respectivas familias y por eso hablaban mucho de
ellas; de los padres, de los hermanos, de sus casas..., por eso él
sabía que Jacob tocaba la trompeta y que Sebastián tenía
una maravillosa voz de soprano. También sabía del viejo Johann,
que murió en 1626, a los setenta y seis años, después de
haber sido panadero, vendedor de alfombras y finalmente violinista itinerante y
así fundador de la "dinastía Bach". De sus tres hijos:
Johann, Cristoph y Enrich. Cristoph fue músico en la Corte de Weimar y
Johann y Enrich fueron compositores y organistas. Johann Ambrosius era hijo de
Cristoph y sus hermanos, George Cristoph y Johann Cristoph, también eran
músicos. Con una sonrisa pícara, Lorenz continuó:
–Mi amigo Johann Cristoph cree que si a partir de vuestro
bisabuelo, en la familia todos han sido músicos, es porque para un
músico la manera más barata de conseguir que sus hijos empiecen a
ganarse la vida es enseñarles música.