La complicidad emocional que había entre los dos hermanos no habría de ser afectada por el paso del tiempo. Su estrecha relación se rompió de forma repentina e imprevista cuando el reverendo Theodorus decidió que Vincent partiera para asistir a un colegio pupilo, lejos de Zundert, lejos de Theo. Vincent apenas tenía doce años.
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En Zevenbergen, a través de las puertas del colegio que se cerraban a sus espaldas, Vincent vio con tristeza cómo el carruaje de sus padres se perdía en el camino mojado, dejándolo solo en esa conejera opresiva, en un páramo desconocido. Enseguida lo acometieron el vértigo y la claustrofobia, y la represiva imposición de reglas y condiciones incomprensibles. Porque vivía en estrecha relación con compañeros y maestros, se veía obligado a ocultar sus sentimientos y a respetar nuevos códigos de obediencia. Sufría dolorosos retortijones, gastritis y migrañas porque, debido a su modestia y su discreción, reprimía sus brotes de furia y suprimía sus impulsos naturales.
Sin embargo, la educación académica y moral brindada por Herr Provily, Director de Zevenbergen, no incluía una severidad excesiva ni castigos inmerecidos. Allí la educación se impartía, más bien, con una visión y un saber pedagógicos del tipo que busca promover la cooperación y el entendimiento entre los alumnos. Paulatinamente el propio Vincent cedió a las molicies de la amistad, la cordialidad y la camaradería.