Y trató de hacerle entender
cuán horrible acción había cometido, y qué perverso era, y cómo merecía ser castigado. Claus el Grande se asustó de tal modo que salió corriendo de la botica, saltó al carricoche, arreó el caballo y no paró hasta su casa. Tanto el boticario como todos los demás presentes creyeron que estaba loco, y no hicieron nada por detenerlo.
¡Esta me las pagarás!
-exclamaba Claus el Grande por el camino-. ¡Esta me las pagarás, Claus el Pequeño!"
En cuanto llegó a casa tomó la bolsa más grande que pudo encontrar, fue de nuevo en busca de Claus el Pequeño y le dijo:
-Me has engañado otra vez. Primero maté mis caballos, y luego a mi abuela. Todo es culpa tuya, pero no tendrás otra oportunidad de burlarte de mí.
Asió a Claus el Pequeño por la cintura y lo metió dentro de la bolsa. Después se lo cargó a la espalda y le gritó:
-¡Ahora voy a ahogarte!