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"Buscar poesía en el agua (negra)"

Por Pablo Forcinito
altovuelo@elaleph.com

Un libro de poemas que puede ser leído como una novela. Monólogos que revelan un mundo tan inocente como cínico. Ese tono logró Martín Rodríguez en Agua negra (Siesta, 1998), el único libro que ha publicado. Un libro que comienza así:

estaban dando un discurso por televisión
la abuela miraba la tele
con los ojos fijos,
imaginé que lloraba,
habíamos dejado de comer en el patio
papá miraba fijo el plato,
hubo una discusión fea: mamá gritó papá gritó
cada vez que gritaban
yo iba al baño y ponía la oreja
en el piso para sentir
el ruido de las cañerías,
todo lo que me gustaba
empezaba a ser secreto.
en silencio en el patio sentados
y empezó a llover,
cada uno miró la lluvia golpear
el cuerpo y los objetos, la lluvia
hace de cada escena una contemplación,
papá ordenó
entrar cada cosa,
la cubetera se mojó
yo escuchaba el crujido de los hielos
desprender por dentro
pensé en nosotros
y los tiré al piso
esperaba que se hagan agua
y se junten de nuevo
una única escena unida por la lluvia
en el patio
a oscuras

Martín Rodríguez nació en Buenos Aires en 1978. Vive en Palermo, es de Boca y estudia sociología. Además de la literatura, lo apasiona la política: es común que con él las charlas se deriven hacia esa zona. A fin de año, y nuevamente por editorial Siesta, publicará Natatorio, su segundo libro.
En este reportaje nos enteraremos del contexto en que Martín escribió Agua negra. También de su experiencia como alumno de talleres literarios. Se meterá con algunos mitos relacionados con la imagen del escritor y, finalizando la entrevista, encontraremos tres poemas inéditos que Martín quiso compartir con nosotros.

Pablo Forcinito: Al terminar Agua negra, uno tiene la sensación de haber leído una novela.

Martín Rodríguez : Es verdad. La intención de narrar es evidente. Y creo que está ligada a una cuestión cronológica: empecé a escribirlo a los quince años. Además de muchas ganas de contar, había en mí una confusión entre lo que eran la prosa y la poesía. Una confusión que en determinado momento comenzó a pedir un orden. También hay cierta cosa autobiográfica. De alguna manera, eso fue lo que determinó el tono.

PF: Y mientras lo escribías, ¿sentías la influencia de algún autor en particular?

MR: Al escribir, creo que de ninguno. Te puedo hablar, sí de lecturas de aquel momento. La de Gelman, por ejemplo, fue una de las primeras que viví con intensidad. Y a partir de esta, la pasión por leer a los poetas nacionales; lo que eso significa como intimidad en la lengua. Ciertos rasgos reconocibles, cierto coloquialismo que de alguna manera delimita la lengua nacional. Incluso, hasta te diría que leía especialmente poesía argentina de los últimos cuarenta o cincuenta años: Madariaga, Bustos, Pizarnik, Zelarayán, Juanele.

PF: Las situaciones que se generan en Agua negra están cargadas de un realismo bastante cínico, que parece nacer del inconsciente colectivo.

MR: Sí. Tal vez porque yo no vengo de la literatura. La pulsión de mi escritura contiene una vitalidad, o una fatalidad, ligada a la política. Hay algo que decir. Pero si la prosa narra la ciudad, la poesía, ¿qué? En Agua negra, los escenarios, los personajes, las relaciones que se establecen, todo es muy crudo y a la vez muy palpable. Habla de mí, de mis vivencias. Incluso, hacia la mitad del libro hay una zona que funciona desde un plano casi onírico, pero igualmente mantiene esa crudeza.

a la nena la mamá le pasa el peine
suavemente por el pelo
lacio, la hace mirarse al espejo
a la nena la mamá le sujeta la cabeza
como a una cáscara de naranja, la nena
había juntado con su gatita unas flores
las había atado con un alambrecito
la gatita las traía mordiéndolas,
a la nena la mamá
le pasa un peine metálico
espinoso por la cabeza
empieza a dolerle pero la mamá hace que no se da cuenta
y raspa fuerte, la nena
aprieta los labios porque duele,
después le afeita la cabeza:
la nena raspada mira su cabeza como
un baldío con el pasto quemado
hace un pozo
entierra las florcitas
la mamá la hace mirarse al espejo
la nena raspada se aleja caminando
sola por un campo
lleva un palo y a la gatita envuelta
en ropa la gatita tiembla entre las manos
como la cabeza de la nena en silencio
así todo tiembla como leche
que empieza a hervir
hasta enfermar
a la nena la mamá la enfermó
la hacía mirarse en un espejo siempre

PF: ¿Participaste en algún taller literario?

MR: Sí. Llegó un punto en que todo lo que había escrito se volvió una papa caliente; tenía entre manos algo que no me dejaba tranquilo, algo que pedía respuestas. Ahí empecé el taller de Alicia Genovese. Y ahí empezó también el verdadero trabajo, que consistió en darle una conciencia a todos mis borradores.

PF: ¿Qué valores reconocés en Alicia Genovese que tendría que tener todo buen coordinador de talleres literarios?

MR: No los puedo enumerar. Sí puedo marcar uno que es esencial: la humildad. Ella, que era la autoridad en el taller, se subordinó ante mis inquietudes, me dio una mano para que yo pudiera seguir mi camino.

Y seguimos conversando. Me contó algunas intimidades: como las explicaciones que tuvo que darle a su madre cuando esta se vio, dentro de Agua negra, personificada de una manera un tanto oscura. Hablando de esto, veamos cómo termina el libro:

esa ecuación de muerte en que
la gallina se retuerce en las manos
que la agarraron
en el corral, de la panza
la llevaron así hasta la cocina
mamá le raspa la hoja del cuchillo
en las alas con perversa
delicadeza yo miro
la gallina no sabe gritar ni decir
por favor no me matés,
pero el gallo está parado
y mira desde afuera la ventana
de la cocina, el gallo no pudo evitar
que le arranquen su gallina amada
sus huevos, lo castren
como a una gallina le pesa el amor.
si supiera lo que duele, mamá no lo haría
no lo afligiría
al gallo parado, a mí, que aprendo
la muerte como una operación de desplumaje
de evitar que grite la gallina
atándole un hilo al pico.
cuando es de noche
el agua negra de la pileta como
una condensación
de lo que el ojo filtra
y mamá duerme y
el gallo parado

PF: ¿Te sentís parte de una generación de poetas jóvenes, con inquietudes, con compromisos en común?

MR: No. Los proyectos de "formar una generación de escritores" parecen estrategias de ventas. Si es un ideal colectivo nace -obviamente- de ambiciones personales, y digamos que esas posibilidades frecuentemente se cristalizan en espacios más abiertos como la política, que persigue un discurso de consenso. Las estrategias de consensos estéticos se amparan en una ética sucia; sólo prefijan "condiciones de producción" sociales para reconocer ese objeto, como pasa ahora con la escritura joven: sin haberle nadie demandado una producción, ya se regodearon algunos por encontrarla como un nuevo objeto sociológico. Nuestro "lugar" -si aún lo hubiese- se apasiona en la vanidad.

PF: ¿Esa vanidad de la que hablás permite que uno pueda decir cualquier cosa?

MR: Para nada. Cuando se puede decir cualquier cosa, el resultado es asfixiante y opresivo: surgen esas éticas de escritor joven cedidas a la pura valoración gestual, que parecieran desconocer tradiciones y viven en una marginalidad lujosa. Es imprescindible no olvidar que en el mundo del arte las jerarquías se establecen, fundamentalmente, a partir de lo que cada uno produce.

Pero Martín no dice cualquier cosa. Indaga en las relaciones personales, juega con la descomposición de esas relaciones, con el amor y el miedo.

los niños huelen en los muertos
el olor de las flores
y todo lo que se parece en transparencia
los niños
se cuelan en el jardín,
los velorios y las playas y los desiertos…
hasta la descomposición,
niños encantados de la muerte de los cuerpos de las flores
arrancados de los cuerpos de los pelos,
alguno dice ya "vellosidad"
y el otro dice "no, belleza"
y otro dice:
"las uñas crecen siempre hasta en los muertos"
y otro dice: (ya no tan niño)
"la belleza se defiende con uñas y dientes
de leche,
y otro dice:
qué delicia cómo se enreda la lengua
y en el sonido crea un movimiento,
una cinta flotante y continua de luz
se adhiere a las cosas
y las abandona también

***

a la perra llevada de madrugada
al descampado
a parir
en remojo los pichoncitos
le salen como burbujas
hasta la parte dura
del primer cachorro más vigoroso
tembloso y casi sin piel,
con los párpados sellados hasta
que la presión abre los ojos
es pura teta y puro diente
leche y filo de gillette en dos tajitos
qué vio el cachorro, qué vio en la niebla?
una saga de niños y punzón,
la pesadilla más azul, los niños
que interrumpieron el fútbol en el baldío
se pusieron a verlos nacer, se sacaron las remeras
el gordo del arco se puso a amamantar la cría
se volvieron como nuevas madres
a celebrar la fecundidad
de un nuevo mundo

***

de una vaca salió tu abuela,
de tu abuela salió una cabra,
de la cabra salió tu madre,
de tu madre salió una loba,
de la loba saliste vos,
siempre hubo una mediación animal

 

 

El viejo Walt ataca de nuevo

Hay hombres que nacen poetas.
Hay almas que necesitan escribir para ser, para vivir, para existir.
Hay poetas que marcan una historia, un tiempo, un país.

¡Oh, capitán! ¡mi capitán!

¡Oh Capitán, mi Capitán!
Terminó nuestro espantoso viaje,
el navío ha salvado todos los escollos,
hemos ganado el premio codiciado,
ya llegamos a puerto, ya oigo las campanas,
ya el pueblo acude gozoso,
los ojos siguen la firme quilla
del navío resuelto y audaz;
mas ¡Oh corazón, corazón, corazón!
¡Oh, las rojas gotas sangrantes!
Ved, mi capitán en la cubierta
yace frío y muerto.
¡Oh Capitán, mi Capitán!
Levántate y escucha las campanas;
levántate, para ti flamea la bandera,
para ti suena el clarín,
para ti los ramilletes y guirnaldas engalanadas,
para ti la multitud se agolpa en la playa;
a ti te llama la masa móvil del pueblo;
a ti vuelven sus rostros anhelantes;
¡Ea, Capitán!
¡Padre querido!
¡Que tu cabeza descanse en mi brazo!
Esto es un sueño: en la cubierta yace frío y muerto.
Mi Capitán no responde,
sus labios están pálidos e inmóviles,
mi padre no siente mi brazo,
no tiene pulso ni voluntad,
el navío ha anclado sano y salvo;
su viaje, acabado y concluido,
de horrible viaje el navío victorioso
llega con su trofeo.
¡Exultad, oh playas, y sonad, oh campanas!
Mas yo con pasos fúnebres recorro la cubierta
donde mi Capitán yace frío y muerto.

 

"Tramar un personaje doble y triple y a la larga infinito, pudo haber sido la ambición de un hombre de letras meramente ingenioso; llevar a feliz término ese propósito es la proeza no igualada de Whitman."
Jorge Luis Borges.

Walt Whitman nació el 31 de mayo de 1819 cerca de Huntington (Nueva York). Fue el segundo de los nueve hijos de un carpintero. Empezó como aprendiz en una imprenta; más tarde se mudó a la ciudad de Nueva York, donde trabajó de impresor, pero regresó a Long Island en 1835 para dar clases en distintas escuelas. Entre 1838 y 1839 publicó un periódico, el Long-Islander, en Huntington. Sin embargo, aburrido por el estilo de vida provinciano, volvió a Nueva York. Después de desempeñar los más diversos oficios (desde periodista y maestro a constructor inmobiliario), se dedicó por completo a escribir poesía, una poesía totalmente distinta de la que se venía escribiendo.

Hojas de hierba es su obra fundamental: un libro de poemas cuya principal novedad radica en un tipo de versificación no usada hasta entonces, y que se aleja del que Whitman había utilizado en sus escritos sentimentales anteriores. En ella alaba al cuerpo humano y glorifica los gozos de los sentidos. La edición de 1855 contenía solamente doce poemas sin título, escritos en versos largos. El más extenso y de mayor calidad, que más tarde recibió el nombre de "Canto a mí mismo", consistía en la visión de un 'Yo' simbólico presa de tal sensualidad que le hace amar a todas las gentes que va encontrando en un imaginario vuelo desde el Atlántico hasta el Pacífico.

Para su publicación, Whitman se vio obligado a sufragar los gastos y a colaborar en las tareas de imprenta. Luego del relativo éxito y de las felicitaciones de distinguidos escritores, se apresuró a preparar una reedición de Hojas de hierba (1856), que contenía numerosas revisiones y añadidos, y que fue la primera de una serie de ediciones retocadas que el poeta iría realizando a lo largo de su vida. El poema más significativo de esta nueva publicación es "En el transbordador de Brooklyn", donde el autor reúne a sus lectores del pasado y del futuro a bordo de esa embarcación. En la tercera edición (1860), se empiezan a encontrar trabajos más alegóricos. Así, en "La cuna que se mece sin fin", un texto cuya musicalidad está tomada de la ópera italiana, de la que el autor era un devoto conocedor, un pájaro (la voz de la naturaleza) revela a un niño (el futuro poeta) el significado de la muerte. También aparecen dos nuevos ciclos de poemas, "Hijos de Adán" y "Calamus", que penetran de lleno en los temas de la amistad y de la sexualidad, hasta tal punto que hoy se especula con la posibilidad de que "Calamus" estuviera inspirado en una relación homosexual del autor.

Poeta vital, optimista y entusiasta de la democracia y de la nación estadounidense, se alistó como enfermero durante la Guerra de Secesión y, en un hospital militar del bando norteño en Washington, asistió espiritualmente a soldados heridos. Continuó trabajando para el gobierno hasta 1873, año en que sufrió un grave ataque que le dejó como secuela una parálisis parcial. Se marchó entonces a vivir con su hermano George en Camden (Nueva Jersey), hasta 1884, cuando compró su propia casa.

Redobles de tambor (1865, añadida a la edición de 1867 de Hojas de hierba) refleja la preocupación del poeta por las consecuencias de la Guerra Civil estadounidense, y su esperanza de una rápida reconciliación entre el Norte y el Sur de los recién creados Estados Unidos. Su poema más conocido, "¡Oh, capitán, mi capitán!", escrito al asesinado presidente Abraham Lincoln, muestra el componente político y el compromiso de Whitman con la democracia.

En 1881 quedó satisfecho con sus poemas, pero no dejó de publicar nuevas ediciones de Hojas de hierba hasta la versión final de 1892.

Durante sus últimos años, también escribió obras en prosa de gran calidad, como los ensayos Perspectivas democráticas (1871), que, en la actualidad, se consideran una exposición clásica de la teoría de la democracia y sus posibilidades. Días ejemplares (1882-1883) contiene antiguos textos sobre la guerra de Secesión y el asesinato del presidente Lincoln, y notas sobre la naturaleza, escritas durante su vejez.

El 26 de marzo de 1892 murió el gran poeta. Su obra ejerció una influencia decisiva en el desarrollo de la literatura estadounidense, y en el desarrollo de la literatura de todos los que tratamos de ser poetas. En definitiva, Walt Whitman nos enseñó que todos somos (y tendremos que ser), en un primer momento, principiantes...

Principiantes

Cómo están provistos de lo necesario sobre la tierra (manifestándose a intervalos),
cuán queridos y terribles son para la tierra,
cómo se avezan a sí mismos y a los demás; qué paradojal parece su tiempo,
cómo la gente repara en ellos sin conocerles,
cómo hay algo de inexorable y permanente en el destino de ellos,
cómo cada época escoge mal sus objetos de adulación y recompensa,
y cómo el mismo precio inexorable ha de pagarse aun por la misma gran compra.

 

Emmanuel Taub

 

 
  INDICE DE LA SECCIÓN
Entrevista a Martín Rodríguez
El viejo Walt ataca de nuevo
   SECCIONES
¿Qué hay de nuevo, Viejo?
Buscando letras en la telaraña
Galaxia Cthulhu
Alto Vuelo
La Claqueta
Cómo escriben los que escriben



 

 

 

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