49. Letradura / Litera tura / Literatura
Si
no me equivoco, el primero que habló del fenómeno de la unidad
de efecto fue Edgar Allan Poe, al tratar aspectos relativos al cuento y a la
poesía en un par de breves ensayos que habrían de influir profundamente
en la producción artística de nuestro siglo. Se titulan "Filosofía
de la composición" y "Hawthorne", y les prometo que volveremos
a ellos.
Decimos
que un autor busca la unidad de efecto cuando organiza todos los elementos
de su obra para lograr un fin determinado (léase: para dejar una marca
en el ánimo del lector), y sin desviarse, en su plan, de tal objetivo.
Casi siempre, provocar tal impacto significa eliminar, en las sucesivas versiones,
todo lo que no conduzca a esa unidad de efecto deseada. Eso, en cuanto al autor,
para quien la unidad de efecto es medio y fin al mismo tiempo.
Y
del otro lado del mostrador las cosas no son diferentes: saber leer, saber ver
una película o escuchar música, son artes necesarias. Más
de una vez se habrán descubierto incapaces de abandonar un libro, o de
dejar de contemplar un cuadro. Agoniza Jean Valjean, y suena el teléfono:
en ese escarabajeo que sufre el alma está la idea de quiebra de la unidad
de efecto. Ringo Kid está a punto de saltar sobre el último caballo
de la diligencia, y aparecen las tandas publicitarias: en la furia que nos acomete
está la idea de quiebra de la unidad de efecto. ¿Y qué decir de
aquel pariente al que se le ocurrió tocarnos el timbre en lo mejor de
un crescendo de El barbero de Sevilla? Pero, claro está,
de tales rupturas no tienen la culpa ni Victor Hugo ni John Ford ni Gioacchino
Rossini.
En
la otra vereda, estamos a solas con el texto, y las palabras nos ponen la piel
de gallina. El final de un buen cuento nos echa luz sobre la totalidad del conjunto.
El ritmo del poema nos va ganando y nos olvidamos del mundo. Hay como un estallido,
un orgasmo mental y emotivo al que se nos ha ido llevando de la nariz. Como
escritores en formación, tengamos en cuenta que esa impresión
global de goce fue causada mediante la puesta en práctica (ojo: consciente
o inconsciente) del concepto de unidad de efecto. En "Hawthorne",
Poe se queja de esa falsa originalidad de las obras llenas de efectos sorpresivos
sin fundamento natural. Escribe, igual que Hammett y tantos otros, que en los
textos el punto de mayor importancia es la unidad de efecto o impresión.
Armonía,
atmósfera, propósito. Unidad de efecto. Siempre. Por más
diferentes que luzcan entre sí los pensamientos de todos los maravillosos
escritores que en el mundo han sido, son y serán.
- Reflexionen
sobre este tema: qué vías tan íntimas ligan la
idea de unidad de efecto con las actividades de corte y corrección
que hemos emprendido.
- Lecturas
sugeridas: poemas tempranos de Ezra Pound, y los cuentos "El gato
negro" y "El corazón delator", de Edgar Poe, además
de los dos ensayos citados.
- Elijan
un texto propio y subrayen todo lo que no contribuya a provocar el impacto
general deseado.
La
letra de la literatura no es letra de cambio, no es letra muerta. Es letradura,
como se la llamaba en el pasado. Letra fuerte, letra viva y vivificante. Letra
capaz de cambiar una vida. Letra que significa, que existe más allá
de su autor. Bien lo sabía Roberto Arlt:
El
futuro es nuestro, por prepotencia de trabajo. Crearemos nuestra literatura,
no conversando continuamente de literatura, sino escribiendo en orgullosa
soledad libros que encierran la violencia de un "cross"
a la mandíbula. Sí, un libro tras otro, y "que
los eunucos bufen".
Este texto es
un fragmento de Taller de corte & corrección. Guía para
la creación literaria. Marcelo di Marco, Buenos Aires, Sudamericana,
1997.
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