https://www.elaleph.com Vista previa del libro "Ettore Fieramosca (tomo I)" de Máximo Diazeglio | elaleph.com | ebooks | ePub y PDF
elaleph.com
Contacto    Sábado 04 de mayo de 2024
  Home   Biblioteca   Editorial   Libros usados    
¡Suscríbase gratis!
Página de elaleph.com en Facebook  Cuenta de elaleph.com en Twitter  
Secciones
Taller literario
Club de Lectores
Facsímiles
Fin
Editorial
Publicar un libro
Publicar un PDF
Servicios editoriales
Comunidad
Foros
Club de lectura
Encuentros
Afiliados
¿Cómo funciona?
Institucional
Nuestro nombre
Nuestra historia
Consejo asesor
Preguntas comunes
Publicidad
Contáctenos
Sitios Amigos
Caleidoscopio
Cine
Cronoscopio
 
Páginas (1)  2  3  4  5  6  7  8  9 
 

Al obscurecer de un hermoso día del mes de abril del año 1503, la campana de la iglesia de Santo Domingo, de Barletta, vibraba los postreros golpes del toque de la oración. En la plaza, sobre la ribera mirando al mar -lugar en que los tranquilos habitantes de aquella ciudad, al igual que los de todas las poblaciones grandes y chicas de la costa meridional, solían reunirse a la caída de la tarde para charlar al aire libre descansando de las faenas cotidianas, -varios grupos de soldados españoles e italianos, unos paseando, otros formando rueda, apoyados o sentados en los barcos de pesca varados en la arena que llenaban la playa -según costumbre de la soldadesca de todas las épocas y de todas las naciones, -hablaban y discutían con esa altanería que parece decir «el mundo es nuestro». Por eso, abandonándoles lo mejor del campo, los habitantes de Barletta se mantenían a distancia dando tácita aprobación a la arrogancia aquella. Quien para tener una imagen exacta de aquel conjunto buscara semejanza en una reunión de soldados modernos, con sus pobres uniformes, estaría muy lejos de la realidad. El ejército de Gonzalo(1), especialmente la infantería, aunque era el mejor equipado y armado de toda la cristiandad, desconocía por completo, más aún que ninguna otra milicia del siglo XVI, la estrecha disciplina moderna que ha llegado a igualar el aspecto de todos, desde los pies hasta la cabeza. Entonces, al contrario que ahora, cada hombre que ejercía el oficio de las armas a pie o a caballo, podía vestirse, armarse y adornarse como más fuera de su gusto; de aquí resultaba en aquella multitud una curiosa variedad de adornos, de colores y de continentes, por lo cual fácilmente se podía conocer a qué nación pertenecía cada individuo. Los españoles, por lo general serios, reposados, de aire bravucón, embozados en la capa nacional, por debajo de la cual asomaba la larga y fina hoja de Toledo; los italianos, locuaces, de expresivo gesto, vistiendo sayos o corpiños y la pistoresa al cinto sobre los riñones.

Al sonar el toque de oración cesó todo murmullo, y echando la mayor parte mano al sombrero, las cabezas quedaron descubiertas; porque en aquel tiempo también los soldados creían en Dios y a veces rezaban. Tras breve pausa, volvieron a su lugar los sombreros, se reanudó la charla, y, aunque aquella turba, tomada en conjunto tuviera a primera vista cierto aspecto de alegría y vivacidad, recorriendo los diversos grupos advertíase fácilmente que algún motivo de general tristeza y desanimación era el objeto hacia el cual se dirigían todos los pensamientos y las palabras de todos. En verdad, aquel motivo era real y poderoso. El hambre comenzaba a dejarse sentir entre los soldados y también entre los habitantes de Barletta, en donde el Gran Capitán, esperando los tardíos auxilios d España, tenía encerrado su ejército, muy inferior al de los franceses, para no arriesgarse a entregar a la suerte de una jornada el éxito de toda una campaña.

Tres lados de la plaza estaban cerrados por cierto número de pobres viviendas de marineros y pescadores, por la iglesia y la posada. El centro quedaba abierto sobre la playa, atestada, como es costumbre en semejantes lugares, de barcos, de redes y de otros mil accesorios de pesca: y sobre la última línea del horizonte veíase surgir del seno de las aguas la obscura mole del monte Cargano, en cuya cumbre iban muriendo los últimos rayos del sol poniente.

 
Páginas (1)  2  3  4  5  6  7  8  9 
 
 
Consiga Ettore Fieramosca (tomo I) de Máximo Diazeglio en esta página.

 
 
 
 
Está viendo un extracto de la siguiente obra:
 
Ettore Fieramosca (tomo I) de Máximo Diazeglio   Ettore Fieramosca (tomo I)
de Máximo Diazeglio

ediciones elaleph.com

Si quiere conseguirla, puede hacerlo en esta página.
 
 
 

 



 
(c) Copyright 1999-2024 - elaleph.com - Contenidos propiedad de elaleph.com