La misma piedra
Pasaron los días, y empecé a verme muy distinta a los demás. Observando a quienes me rodeaban, ni Rodrigo ni mis amigos y parientes parecían utilizar recursos alternativos. No se me ocurría que ninguno procurara, como yo, que una araña se le subiera al zapato para generarle una oleada de buena fortuna. O que las mujeres de mi entorno aplicaran mi hábito de los días sábados de cada mes: inflar un preservativo tras la merienda y reventarlo de un alfilerazo, y así alargar por más tiempo el don de la fertilidad.
Finalmente, asumí que había involucionado y decidí alejarme de los hábitos New Age. Sobre todo, decidí alejarme de las sesiones con Gaspar.
—Mi vida se guiará por la razón —me dije una tarde, frente al espejo del baño—. Sólo ella será mi brújula. Mis problemas y mi futuro los encararé desde la lógica. Volveré a ser la que fui.
Sí, por suerte la guerra la había ganado el pensamiento.