"¿De qué hemos estado hablando?",
pensó él. Tan aburrido estaba que casi podía haber
gruñido.
"Qué espectáculo hemos dado",
pensó ella. Y vio preparar trabajosamente... tan trabajosamente... el
terreno y a sí misma corriendo detrás, colocando aquí un
árbol y allá un arbusto florido y más acá un
puñado de peces brillantes en un estanque. Quedaron en silencio esta vez
por absoluta consternación.
El reloj dio seis golpecitos alegres y el fuego
revoloteó suavemente. Qué tontos eran... pesados, lerdos,
mayores... sin duda de mentes estrechas.
Y ahora el silencio los embrujaba como una música
solemne. Era angustia... angustia para ella que lo soportaba y él
moriría... moriría si el silencio era quebrado... Y sin embargo
ansiaba hacerlo. No hablando. De todas maneras no con el enloquecedor parloteo
de siempre. Había otro modo de hablar entre ellos, y de ese nuevo modo
quería murmurar: "¿También lo sientes?
¿Entiendes todo lo que pasa?"...
En cambio, ante su propio horror, se oyó decir:
-Debo irme; tengo que encontrar a Brand a las seis.
¿Qué diablos le había hecho decir eso en
lugar de lo otro? Ella saltó... literalmente saltó de la silla, y
él oyó que ella gritaba:
-Debes correr, entonces. El es tan puntual. ¿Por
qué no lo dijiste antes?