Un nuevo silencio pasó entre ellos. Nada parecido a
aquella satisfactoria pausa que había seguido a su encuentro... aquel
"Bueno, aquí estamos otra vez juntos, y no hay ninguna razón
por la que no podamos continuar a partir de donde dejamos la última
vez". Aquel silencio podía encerrarse en el círculo de fuego
encantador y abrigado y en la luz de la lámpara. Cuántas veces
habían arrojado algo en él solo para divertirse viendo las ondas
romper contra la orilla en calma. Pero en este estanque desconocido caía
ahora la cabeza del niño durmiendo su sueño intemporal... y las
ondas se alejaban más y más... sin límites... hacia la
profunda y centelleante oscuridad.
Y entonces ambos lo rompieron. Ella dijo:
-Debo atizar el fuego-, y él dijo:
-Estuve probando un nuevo...
Ambos escaparon. Ella atizó el fuego y puso la mesa en
su lugar, acercó el sillón azul, se acurrucó en él
mientras el otro. se reclinó entre los almohadones. ¡Rápido!
¡Rápido! Tenían que evitar que volviera a suceder.
-Bueno, leí el libro que dejaste la última vez.
-Ah, ¿y qué te pareció?