Solamente un ramito cualquiera de tres peniques.
Pero al hablar era abrazada... con más ternura, abrazada
de una manera hermosa, sostenida por una presión tan dulce y por tanto
tiempo, que la mente de la pobre mujer empezó a darle vueltas y apenas le
alcanzaron las fuerzas para tartamudear:
-Entonces, ¿no te molesto demasiado?
-Buenas noches, mi amiga -susurró la otra-. Vuelve
pronto.
-Sí, sí. Volveré.
Esta vez volvió al estudio caminando lentamente y de pie
en la mitad de la habitación con los ojos entrecerrados se sintió
tan ligera, tan descansada, como si hubiera despertado de un sueño
infantil. Aún el simple acto de respirar era una felicidad. El
sommier estaba muy desordenado. Todos los almohadones "como
montañas furiosas", decía; los ordenó antes de
sentarse al escritorio.
"He estado pensando en nuestra conversación y
acerca de la novela psicológica", escribió
rápidamente, "y es realmente tan interesante... " Y así
sucesivamente.
Para terminar puso: "Buenas noches, amigo mío. Vuelve
pronto".