Habían empezado y todo seguía como de costumbre.
Pero ¿era así realmente? ¿No eran apenas algo demasiado
rápidos, demasiado bruscos en sus respuestas, demasiado ansiosos de
retomar las palabras del otro? ¿Era esto en verdad algo más que
una extraordinariamente buena imitación de otras veces? El corazón
de él latía, la mejilla de ella estaba encendida, y lo tonto era
que ya no podía descubrir exactamente dónde estaban o qué
era lo que exactamente estaba pasando. No tenía tiempo de mirar hacia
atrás. Y entonces, cuando ella había llegado a ese punto,
volvió a suceder. Perdieron pie, aletearon, cayeron, quedaron en
silencio.. Nuevamente fueron inconscientes de la interrogante oscuridad sin
límites. Nuevamente, allí estaban... dos cazadores, inclinados
sobre el fuego, pero oyendo de pronto de la selva a sus espaldas, un golpe de
viento y un grito urgente que preguntaba...
Levantó la cabeza:
-Está lloviendo-, murmuró.
Y su voz era como la de él cuando había dicho
"Adoro a ese niño".
Bueno. ¿Por qué no cedían... se
entregaban... y veían entonces qué pasaba? Pero no. A pesar de la
preocupación y la vaguedad, sabían lo suficiente como para
entender que su preciosa amistad corría peligro. Era ella la que
sería destruída, no ellos... sin que ellos tomaran parte.