Y así procedía. Por las noches, hacía un
poco de ejercicio, se bañaba a la luz de Ia luna; durante el día
permanecía metido en su madriguera temblando sin cesar. Unicamente a
medio día salía a buscar algo, pero ¿qué iba a
atrapar a las doce de la mañana? A esa hora, los mosquitos se
escondían bajo las hojas de las plantas y los escarabajuelos se
cubrían con sus caparazones. Bebía un trago de agua, ¡y
sanseacabó!
Pasábase el día entero, acostado en la
madriguera, por las noches no dormía lo que debía, ni se
comía del todo lo poco que encontraba y un solo pensamiento le embargaba:
"¿Estoy aún vivo? Parece que sí, pero, mañana,
¿qué será de mí?"
Cierta vez cometió el pecado de quedarse adormecido, y
soñó que le habían tocado doscientos mil rublos a la
lotería. Loco de júbilo, de un brinco, volvióse del otro
lado y reparó en que había asomado media cabeza fuera de la
madriguera... ¿Y si en aquel momento hubiera habido algún
pícaro lucio por allí? ¡Habría tirado de él y
lo habría sacado de su refugio en un santiamén! -Otra vez, se
despertó y observó que enfrente de su madriguera estaba un
cangrejo a la espera. Estaba allí parado, como hechizado,
mirándole con ojos saltones e inmóviles. Sólo sus bigotes,
debido a la corriente, se estremecían levemente. ¡Qué susto
se llevó! El cangrejo estuvo medio día entero esperándole,
hasta que anocheció por completo, y en todo aquel tiempo el gobio no
paró de temblar ni un momento.