|
|
Páginas
1
(2)
3
4
5
6
7
8
|
|
También le contaba el viejo que, cierta vez, por
casualidad, al caldero de la ujá no fue a parar. En aquel tiempo, se
dedicaba a la pesca del gobio una comunidad entera de pescadores; a todo lo
ancho del río, se extendía el copo, y en el fondo, en un par de
verstás a la redonda, no había más que hilos y alambres.
¡La de peces que cayeron! ¡Un espanto! Lucios, percas, carpillas,
lochas, morralla, ¡hasta las gandulillas bremas fueron sacadas del cieno
del fondo! En cuanto a los gobios, se perdió la cuenta de los que
perecieron. Y los miedos que pasó el viejo gobio mientras lo arrastraban
por el río, ni en un cuento se pueden referir ni la pluma es capaz de
describir. Notaba que se lo llevaban, pero no sabía a dónde. De
pronto, vio que a su derecha había un lucio y a su izquierda una perca, y
se dijo: "Ahora, el uno o la otra me comerán", mas no le
tocaban... "En aquellos momentos, querido, ¡nadie estaba para
comidas! Todos pensaban solamente: "¡Ha llegado la muerte!", sin
que nadie comprendiera de dónde y por qué venía. Por
último, empezaron a cerrar el copo; lo sacaron a la orilla y comenzaron a
tirar el pescado sobre la hierba. Y entonces se enteró de lo que era la
ujá. Sobre la arena temblante algo rojo, unas nubes grises se elevaban de
allí; hacía un calor tan sofocante, que al momento quedó
extenuado. Ya se asfixiaba uno sin agua y, por si era poco,
añadían aquello... Oyó que decían: "la
hoguera". Y sobre la hoguera había puesta una cosa negra, dentro de
Ia cual el agua se agitaba, ruidosa, alborotada, como en un lago un día
de borrasca. Aquello era el caldero, según afirmaban. Por último,
dijeron: "¡Echadlos al caldero sin tardar, haremos una
ujá!" Y empezaron a echar allí dentro a los nuestros. Un
pescador tiraba un pescado grandote; al principio, éste se
sumergía; luego, saltaba como loco, se hundía de nuevo y quedaba
quieto, alelado: la ujá lo había tragado. Le echaban más y
más pescados; primeramente, ni los elegían, siquiera, pero luego
un vejete reparó en el gobio y dijo: "¿Qué substancia
puede darle a la ujá un pequeñajo semejante? ¡Dejadlo que
crezca en el río!" Lo cogió por las agallas, lo metió
en el agua y le dejó escapar. El gobio, que no era tonto, le dio a las
aletas con toda su alma, ¡y a casa! Cuando llegó a todo correr, la
gobia, su mujer, le miraba desde la madriguera, más muerta que
viva...
|
|
Páginas
1
(2)
3
4
5
6
7
8
|
|
Consiga El gobio sabio de Saltikov Schedrin en esta página.
|
|
 | |
Está viendo un extracto de la siguiente obra:
|
|
|
El gobio sabio
de Saltikov Schedrin
ediciones elaleph.com
|
Si quiere conseguirla, puede hacerlo en esta página.
|
|
|
 |
|