-¿Qué?
-Confieso a usted que la renta me parece un poquito
exagerada...
-Pero hombre, ¡qué renta ni qué ocho
cuartos! ¡Todo se andará! ¡Vamos por partes!
-Pero...
-¿Si pensará usted que alquilarme una casa es lo
mismo que comprarse un pantalón? Pasa usted por la calle, mira usted la
cédula, sube, se sienta junto a mí, y apenas han pasado tres
minutos cuando me pide las llaves. ¡Me gusta la franqueza! ¿Por
qué no me pide usted mi bata y mis pantuflas?
-Yo ignoraba...
-Se tratan por lo común estos asuntos con una ligereza
imperdonable.
-Volviendo, pues, a nuestro asunto, diré a usted que no
subiré ni un real de treinta pesos.
-¡Caballero, ni una palabra más, o envío a
usted mis padrinos! ¡Pues no faltaba más! ¿Conoce usted
acaso las condiciones del arrendamiento?
-No, pero yo estoy pronto a subscribirlas siempre que sean
justas y racionales.