Me
dirigí al pasillo, ascensor, vestíbulo, taxi, estaba en marcha, la historia de
mi vida estaba a punto de rescribirse; Fue un viaje breve, como de 20 minutos,
no recuerdo la vista, ya que iba ensimismado en mi recuerdo de la visión. Ahora
me encontraba exaltado, eufórico, descendí del taxi una cuadra antes del lugar
de los futuros hechos, encendí un cigarrillo y lentamente comencé a caminar,
despacio, suave, conteniéndome, tratando de no ser visto, manteniéndome pegado a
las paredes, amparado por la noche al fin llegue a destino. La situación parecía
extraída de cierta película, en donde se conocían con anticipación los crímenes
y dada mi situación actual, la ironía era aceptable.
El
lugar en cuestión era de construcción vieja, 15 o 20 años, tal vez más; sin
decoración, chato, amorfo. En él funcionaba un local comercial (en planta baja)
y un departamento en el primer piso, ocupaba toda una esquina. Para esta hora ya
se aprestaban a
cerrar el local, así que me mantuve oculto, escudriñando el edificio, tratando
de localizar un lugar para penetrarlo.
El
departamento contaba con un ventanal, que daba a la calle y que en ese momento
se encontraba a oscuras, aunque se notaban luces interiores; tras unos breves
instantes de forcejeo con las persianas, los empleados, cerraron el negocio y
las luces del local se extinguieron, esta era mi oportunidad, debía ingresar
ahora, ya que no sabia con exactitud cuando encenderían las luces del
departamento.
Podía
imaginarme la escena interior, los empleados limpiando y acomodando la
mercadería, dejando todo listo para el nuevo día, mientras sus dueños realizaban
la caja diaria, risas, bromas; imaginaba la cocina inundada de olores y vahos
provenientes de la cena, quizás hasta hubiera música o estuviera encendido un
televisor. Con cada pensamiento, con cada paso que daba en dirección al lugar,
sentía como la adrenalina invadía mi cuerpo, intoxicaba mis sentidos. Se me
antojo pensar en los espías, ¿sentirían lo mismo que yo...?