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A
pesar de lo experimentado, las conjeturas y las hipótesis, lo que más seguía
asombrando a mi mente era el recuerdo tan claro, tan real de la situación.
Normalmente, cuando uno sueña o vive una experiencia traumática, suele olvidar
algunos detalles, siempre algo se escapa a nuestro recuerdo; tal vez una parte
muy chocante (molesta) o simplemente ese detalle sin importancia, pero este no
era el caso. Si al momento de suceder mi experiencia hubiera estado mirando el
reloj, seguramente recordaría los segundos transcurridos; todo, cada pequeña
parte, incluso mis pensamientos al momento y durante el evento estaban
presentes.
El
viaje de regreso fue tenso, diría que extenuante, el aire acondicionado del
coche no funcionaba bien y mi temperatura corporal llegó a un punto irritante;
Mi mente trabajaba a su máxima potencia, sin respiro. Finalmente y al cabo de 3
horas, llegue a la capital; entre una cosa y otra, habían pasado 12 horas desde
mi exaltada experiencia. Para cuando arribe a la terminal, el sol de mediodía
partía la cabeza, era un día de 33 grados a la sombra, asfixiante; el clima
emocional de la ciudad era de fastidio, todo el mundo corría tratando vanamente
de escapar al calor, rogando encontrar un lugar fresco, descargando su
irritabilidad en todo, personas, objetos, animales. ¡Un espectáculo penoso de la
opera humana! Las grandes ciudades tienen esa cualidad, el cemento las convierte
en grandes urbes (imponentes, progresistas, atractivas, malvadas), el cemento
aprisiona a la gente, el cemento incrementa el calor, mata las ideas, incita a
la violencia.
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Consiga De ti, de mí, de nosotros de Juan Carlos Cervantes en esta página.
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