Mis
pensamientos gritaban que si tan solo una parte de aquella experiencia se
confirmaba, alguien lo iba ha pasar muy mal y si no, regresaría a casa riéndome
por haberlo intentado, por mi ridículo. Mi mente, muy lógica ella, intentaba
convencerme de que debía dejar un margen razonable de duda, dado lo raro del
acontecimiento. Sin embargo, en mi estado de nervios, era imposible pensar y
volvía recurrentemente a las imágenes, a los pensamientos de
furia.
Si lo
confirmaba, ¡Dios!, Normalmente no soy una persona violenta, aunque si creo en
ella; Mi vida, al igual que la de cualquier otro ser humano, me había llevado a
crear mis propios conceptos, mis propias reglas de supervivencia, todo dentro
del contexto general, pero muy propias, muy bien definidas. Entendía, comprendía
y respetaba que deben existir limites para todas las cosas. Pero, a la hora de
aplicar remedios, podía asumir actitudes muy drásticas; y esta situación que
estaba atravesando, las justificarían plenamente. Lo más doloroso, es la
angustia que va comiendo mi pecho, un dolor incesante, como si estuviera herido
y alguien removiera la misma con un cuchillo, en el centro mismo de mi
pecho.
Luego
de mucho preguntar, conseguí un colectivo que me llevaría de regreso, por suerte
en este lugar la temperatura era agradable y eso contribuyo a mermar mi
exaltación; sin embargo, el tiempo corría y a pesar de que me acerque al bar a
tomar un café mientras esperaba la partida del colectivo, mi mente no había
descansado, tejía innumerables hipótesis de lo sucedido
y de las acciones a tomar, a pesar de lo excesivo de mi experiencia, no dejaba
de repetirme que debía dejar un margen de duda, por suerte, los humanos somos
animales de experiencia y si no lo vivimos no lo creemos, como en el amor, mi
experiencia no te sirve a ti por que no la has vivido y viceversa. Sin embargo,
todo había sido tan real, tan impactante, como
en el cine, pero más vivido, como una pesadilla, pero más real.