Ella quedaba satisfecha pues sabía que su espejo siempre
decía la verdad.
Pero Blancanieves crecía y
embellecía cada vez
más; cuando alcanzó los siete años era tan bella como la
clara luz del día y aún más linda que la reina.
Ocurrió que un día cuando le preguntó al
espejo:
¡Espejito, espejito de mi habitación!
¿Quién es la más hermosa de esta
región?
el espejo respondió:
La Reina es la hermosa de este lugar,
pero la linda Blancanieves lo es mucho más.
Entonces la reina tuvo miedo y se puso
amarilla y verde de
envidia. A partir de ese momento, cuando veía a Blancanieves el
corazón le daba un vuelco en el pecho, tal era el odio que sentía
por la niña. Y su envidia y su orgullo crecían cada día
más, como una mala hierba, de tal modo que no encontraba reposo, ni de
día ni de noche.