A la noche, al volver a la casa, los enanitos encontraron a
Blancanieves tendida en el suelo sin que un solo aliento escapara de su boca:
estaba muerta. La levantaron, buscaron alguna cosa envenenada, aflojaron sus
lazos, le peinaron los cabellos, la lavaron con agua y con vino pelo todo esto
no sirvió de nada: la querida niña estaba muerta y siguió
estándolo.
La pusieron en una parihuela. se sentaron junto a ella y
durante tres días lloraron. Luego quisieron enterrarla pero ella estaba
tan fresca como una persona viva y mantenía aún sus mejillas
sonrosadas.
Los enanos se dijeron:
-No podemos ponerla bajo la negra tierra. E
hicieron un
ataúd de vidrio para que se la pudiera ver desde todos los
ángulos, la pusieron adentro e inscribieron su nombre en letras de oro
proclamando que era hija de un rey. Luego expusieron el ataúd en la
montaña. Uno de ellos permanecería siempre a su lado para
cuidarla. Los animales también vinieron a llorarla: primero un mochuelo,
luego un cuervo y más tarde una palomita.
Blancanieves permaneció mucho tiempo en el ataúd
sin descomponerse; al contrario, parecía dormir, ya que siempre estaba
blanca como la nieve, roja como la sangre y sus cabellos eran negros como el
ébano.