Los destellos de aquella batalla iluminaron a ratos la ciudad
como lo habían hecho un año antes los incendios que habían abrasado las
iglesias, cuarteles y edificios de quienes se habían plegado al levantamiento
nacionalista. El hambre, que ya se insinuaba, y las manifestaciones por el alza
del precio de los comestibles (la ración de pan hecha con una mezcla de trigo y
arroz era de 250 gramos por persona), el temor a los bombardeos, la obsesión por
reconstruir cuanto antes un ejército eficaz, la censura de prensa con el diario
La Vanguardia como órgano del gobierno, la igualdad de derechos civiles
para uno y otro sexo, las brigadas internacionales que habían participado dos
meses antes en la batalla del Jarama, algún festival deportivo militar en el
estadio de Montjuich, el cine de propaganda, los espectáculos de esparcimiento
que no cesaban en una cincuentena de salas cinematográficas y una docena de
teatros; todo ello formaba parte de la existencia de Barcelona. Una existencia,
tal vez semejante al acoso, entre patético y absurdo, que sufrió el presidente
de la República española, Manuel Azaña, aislado del exterior durante "cuatro
días de asedio", como él los llamaba, y entretenido en dictar el texto
definitivo de un pequeño libro en forma de conversación: La velada en
Benicarló. En el preliminar de esos diálogos, Azaña evocaba las "jornadas
frenéticas" de la guerra y "la plenitud de la lucha fratricida" que había
"llevado el ánimo de algunas personas a tocar desesperadamente en el fondo de la
nada".
Se decía entonces en Europa que la piedad y la misericordia
estaban de más en la historia. El asunto no consistía solamente en matar sino en
demostrar por qué esos crímenes eran necesarios y estaban justificados. En otros
puntos del planeta, en cambio, la guerra era un eco lejano. En aquel abril de
1937 había en la Tierra alrededor de dos mil millones de habitantes y pese a los
augurios, que más tarde revelaron su acierto, de un irresistible crecimiento
demográfico hacia las ciudades, la población del planeta seguía siendo
predominantemente rural.