Wells dijo en 1934, en su Experiment in Autobiography,
que estas predicciones acerca de la necesidad de un gobierno mundial estaban
inspiradas en Anticipations, un texto de 1901 "que puede considerarse
como la clave y el arco principal de mi obra", y sobre todo en The Shape of
Things to Come, una "teoría ya madura de la revolución y del gobierno del
mundo", que se publicó en 1933. Este último libro fue la carta de navegación de
Lo que vendrá; le dio el título al filme y desarrolló una trama
pretenciosa -mezcla de ciencia, literatura y reflexión política con ambiciones
teóricas- que ilustra cómo, a partir de una circunstancia de privación absoluta,
un grupo de seres superiores puede fabricar la felicidad universal. Wells no
introdujo novedad alguna en el campo filosófico cuando postuló la vieja idea de
que el bien puede nacer del mal; pero la astuta combinación de visiones utópicas
con el desprecio que en cada página se advierte hacia la democracia
parlamentaria y las libertades individuales, hacen de este libro una obra
representativa de los prejuicios de la época.
Curiosamente, el libro es también un tributo a la cultura
regeneracionista española e hispanoamericana de este siglo. Está dedicado a
"José Ortega Y. Gasset [sic], Explorador" (en la correspondencia y biblioteca de
Ortega, al cuidado de la Fundación Ortega y Gasset en Madrid, no hay rastros de
intercambio epistolar con Wells y tampoco figura en los registros un ejemplar de
The Shape of Things to Come autografiado por el autor). Admirador de
Ortega y de Unamuno, Wells creía que "España y la América del Sur hispana [.]
tenían [.] una mentalidad más abierta y creativa que otras regiones del
mundo".
El entusiasmo que se desprende de estas líneas no llegaba a
imaginar, sin embargo, que el Estado mundial del futuro estuviese unificado por
la lengua española; con más acierto, Wells decretó que el planeta entero
hablaría inglés. Antes de alcanzar esta meta se desenvuelve una trama semejante
a la del filme que superpone diversos planos. En los años treinta, un
funcionario internacional de la Sociedad de las Naciones deja en herencia a
Wells un manuscrito acerca de la historia futura que le dictaron sus sueños.
Para Wells, los sueños son el revés de Freud: no sirven para interpretar el
pasado o el presente sino para adivinar el futuro. Los sueños habían llevado a
ese imaginario escritor hasta el año 2140 desde cuya cima podía contemplar un
pasado que, para sus contemporáneos, aún representaba el panorama incierto del
porvenir. El manuscrito estaba pronto y Wells, editor puntilloso, lo ofrece al
lector con los debidos comentarios.