I
EN LOS AÑOS
TREINTA
El 23 de abril de 1997 me tocó en suerte caminar de nuevo por
las calles y ramblas de Barcelona. Habían pasado más de treinta años desde mi
primera visita. La ciudad era otra: ordenada y poco ruidosa en relación con
Buenos Aires (lo cual no es mucho pedir), invitaba con discreción a recorrerla;
aparentemente satisfecha, refulgía. De pronto, en la tarde, tuve la sensación de
que en el suelo repicaban otros pasos, quizá porque, sin darme cuenta, venía
rumiando acerca de lo que había ocurrido sesenta años atrás por esos barrios hoy
tan cuidados; y en lugar de aquel paisaje urbano resucitaron delante de mis ojos
viejas fotografías, vistas en la niñez, de barricadas y puños en alto. Esas
señales -lo supe más tarde- delimitaban un escenario ambivalente donde las
pasiones revolucionarias frente a la agresión de un bando enemigo, ya en
posesión de media España, desataban enfrentamientos intestinos tras las líneas
defensoras de Barcelona, Madrid, Valencia y tantas otras ciudades cercadas o a
punto de caer.
Me pareció que durante ese breve recorrido entre el pasado y el
presente la memoria se instalaba en un año del período más oscuro de la historia
de este siglo. ¿Por qué habían despertado esos recuerdos en aquella ciudad y en
aquel preciso momento, y no en Madrid, donde suelo enseñar con frecuencia, o en
la antigua línea del frente, por ejemplo entre Jadraque y Guadalajara? Tanto da.
Lo más probable -para mostrar la insignificancia de esta anécdota- es que el
oleaje del inconsciente hubiese activado la memoria justo en abril de 1937, el
mes y el año en que nací en Buenos Aires.
La memoria actuaba en este caso como un disparador que
convocaba a reconstruir el pasado de aquella Barcelona de abril de 1937, cuando
comenzaron, precisamente el día 25, los hechos de sangre entre las facciones
rivales anarquistas y comunistas. En realidad, esas agrupaciones no fueron
protagonistas exclusivos de los enfrentamientos que, durante un par de semanas,
pusieron en jaque la coalición republicana en guerra con las fuerzas
nacionalistas, acaudilladas por Francisco Franco. Los anarquistas, la C.N.T. (su
organización obrera), algunos sectores socialistas y el P.O.U.M. (Partido Obrero
de Unificación Marxista) se enfrentaron con un conglomerado de fuerzas
(republicanos, otros sectores socialistas, el gobierno de la Generalitat en
Cataluña y el Partido Comunista) que, a la postre, lograron prevalecer. Hubo que
matar y después reprimir entre grupos aliados. Los anarquistas intentaron
controlar la central de comunicaciones -el edificio de la Telefónica-,
levantaron barricadas en el centro de la ciudad y en la periferia de los barrios
obreros y dieron acaso una desesperada batalla (la repetirían en Madrid en 1939
al lado de Julián Besteiro, días antes de la irremediable y definitiva
derrota).