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Puerta de cristal opaco, de dos hojas; a través de las paredes se traslucen las partes metálicas del instrumental médico. Ante la pared un viejo Profesor con su madura Asistente, que todavía conserva los rasgos característicos de Zoia Berióskina. Ambos en uniforme blanco de hospital.

Zoia Berióskina: ¡Camarada! Camarada Profesor, le ruego que no lleve a cabo este experimento. Camarada Profesor, otra vez volveremos a la bulla...

Profesor: Camarada Berióskina, usted empezó a vivir de los recuerdos, y ahora se sirve de una lengua ininteligible. Veamos el grueso diccionario de palabras caídas en desuso. ¿Qué es eso de "bulla"? (Busca en el diccionario). Bulla... bulla... bulla... Burocracia, buñuelos, biblia, bohemia. Bulgakov... Bulla -género de actividad de los individuos que perturban todo género de actividad...

Zoia: Pues esta "actividad" suya por poco me costó la vida hace cincuenta años. Hasta llegué a una... tentativa de autoeliminarme.

Profesor: ¿Autoeliminarse? ¿Qué significa "autoeliminación"? (Busca en el diccionario). Autocontribución, autopropaganda, autocracia, autorreducción... Lo encontré: suicidio. (Con asombro). ¿Usted se pegó un tiro? ¿Una sentencia? ¿Un juicio? ¿Tribunal revolucionario?

Zoia: No... por mí misma.

Profesor: ¿Usted misma? ¿Por un descuido?

Zoia: No... por amor.

Profesor: Absurdo... Por amor hay que construir puentes y tener hijos... Pero matarse... ¡Vaya, vaya!

Zoia: Dispénseme ahora, le aseguro que no puedo.

Profesor: Ya salió aquello... Como dijo usted... Bulla. ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! Bulla. La sociedad le brinda la oportunidad de manifestar todos sus sentimientos, para facilitar al máximo la descongelación de este sujeto afectado por cincuenta anabióticos. ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! Su presencia aquí es muy, muy importante. Me alegro de que la hallaran y de que viniera. Él... ¡ése es él! Y usted... ¡era ella! Dígame por favor, ¿tenía suaves las pestañas? Lo digo en caso de deterioro por rápida descongelación.

Zoia: Camarada Profesor, ¿cómo puedo recordar unas pestañas de cincuenta años atrás... ?

Profesor: ¿Cómo? ¿Cincuenta años atrás? ¡Eso fue ayer!... ¿Cómo puedo recordar yo el color de los pelos de la cola de un mastodonte, que vivió medio millón de años atrás? ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí!... Y no recuerda usted... cuando respiraba en la agitación de los debates, ¿no le vibraban con fuerza las aletas de la nariz?

Zoia: Camarada Profesor, ¿cómo puedo recordarlo? Ya a los treinta años nadie se agita en casos semejantes.

Profesor: ¡Bien! ¡Bien! ¡Bien! Pero, ¿no está informada acerca del volumen de hígado y estómago, en caso de eliminación del posible contenido de alcohol y de vodka, que podrían inflamarse con un voltaje inevitablemente alto?

Zoia: ¿De dónde quiere que lo recuerde, camarada Profesor? Recuerdo, sí, que debía tener estómago...

Profesor: ¡Ay, usted no se acuerda de nada, camarada Berióskina! Dígame, por lo menos, ¿era él de carácter impulsivo?

Zoia: No lo sé... Es posible, pero... al menos conmigo, no.

Profesor: ¡Bien! ¡Bien! ¡Bien! lo que temo es que lo descongelemos a él, y entretanto usted se nos muera de frío. ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí!... Ahora, manos a la obra. (Aprieta un botón, y la pared de cristal se abre silenciosamente. En el centro, sobre la mesa de operaciones, reluciente caja de zinc de medidas humanas. La cala tiene gritos, y debajo de cada uno han puesto un balde. A la caja también van a parar cables eléctricos. Cilindros de oxígeno. Alrededor de la caja ocupan su lugar seis médicos, blancos y silenciosos. Delante de la caja, en el mismo proscenio, seis lavabos y junto a ellos, colgando de un alambre invisible, como si estuvieran en el aire, seis toallas. El Profesor habla mientras va de un médico a otro. Al primero). Conecte la corriente cuando yo dé la señal. (Al segundo). Eleve la temperatura hasta los 36,4º quince segundos para cada decena. (Al tercero). Que estén listas las almohadillas de oxígeno. (Al cuarto). Desagótelo paulatinamente, para reemplazar el hielo por la presión del aire. (Al quinto). La tapa debe abrirse de un solo golpe. (Al sexto). Observe en el espejo las etapas de reviviscencia. (Los médicos inclinan la cabeza como señal de que están preparados, y se dirigen luego a sus puestos). Comencemos. (Conectan la corriente, y observan con atención la temperatura. El agua empieza a gotear. Uno de los médicos se sume en la contemplación de un espejito suspendido de la pared de la derecha).

Médico 6º: ¡Reaparece la coloración natural! (Un silencio). ¡Liberado el hielo! (Un silencio). ¡Su pecho palpita! (Un silencio. Aterrado). Profesor, preste atención a ese impulso antinatural...

Profesor (se acerca y observa con calma): Movimientos normales, se está rascando... por lo visto, resucitan los parásitos presentes en tales individuos.

Médico 6º: Profesor, algo inexplicable; en su movimiento, el brazo izquierdo se aparta del cuerpo...

Profesor (echando una ojeada): Formaba un solo cuerpo con la música, era lo que se llamaba un "alma sensible". En la antigüedad vivieron Stradivarius y Utkin. Stradivarius hacía violines, pero esto lo hizo Utkin, y se llamaba guitarra. (El Profesor observa el termómetro y el aparato registra la presión sanguínea).

Médico 1º: 36.1.

Médico 2º: 68 pulsaciones.

Médico 3º: Respiración normalizada.

Profesor: ¡A sus puestos! (Los médicos se apartan de la caja. De pronto, la tapa cae a un costado y de la caja se levanta, desgreñado y sorprendido. Prisipkin; mira hacia todos lados y se abraza a su guitarra).

Prisipkin: ¡Ya dormí bastante! ¡Perdón, camarada, sin duda caí borracho como una cuba! ¿Qué división de la policía es ésta?

Profesor: ¡No, ésta es una división muy distinta! Es la división... que dividió su epidermis del hielo, y aquí lo descongelamos...

Prisipkin: ¿A quién? ¡A su abuela la habrán descongelado! Todavía está por verse quién estaba borracho, si ustedes o yo. Ustedes, como especialistas, siempre andan alrededor del alcohol. Yo, en cambio, como persona, estoy siempre dispuesto a probar mi identidad. Llevo conmigo mis documentos. (Da un respingo, y empieza a darse vuelta los bolsillos). Tengo encima 17 rubios con 60 copeks. ¿Al S.R.I.? Le pagué. ¿Al Osoaviajín? Contribuí. "Abajo el analfabetismo?" Miren, por favor. Esto, ¿qué es? ¡El certificado del Registro Civil! (Con Un silbido). ¡Claro, si me casé ayer! "¿Dónde estará ahora, quién te besará la punta de los dedos?" ¡Linda paliza me darán en casa! Aquí está el recibo de los testigos de la boda. Y también la tarjeta sindical. (Su vista se detiene por casualidad en el calendario, se frota los ojos y mira a su alrededor espantado). ¡12 de mayo de 1979! ¡Cuánto tiempo sin pagar en el sindicato! ¡Cincuenta años! ¡informes, van a pedir informes! ¡Sección Regional! ¡Comité Central! ¡Dios mío! ¡Mi mujer! ¡Déjenme ir! (Da un apretón de manos a cada uno de los circunstantes, y se lanza a la puerta. Detrás de él, llena de inquietud, corre Zoia. Los doctores rodean al Profesor).

Todos a coro: ¿Qué es eso que hizo con nuestras manos? Empujó y sacudió, sacudió y empujó...

Profesor: Es una costumbre antihigiénica que existía en la antigüedad. (Los seis médicos y el profesor, ensimismados, se lavan las manos).

Prisipkin: (tropezando con Zoia): ¿Quiénes son ustedes realmente, ciudadanos? ¿Quién soy yo? ¿Dónde estoy? ¿No es usted por casualidad la mamita de Zoia Berióskina? (El bramar de una sirena aturde la cabeza de Prisipkin). ¿Adónde fui a caer? ¿Dónde me dejaron caer? ¿Qué es esto... ? ¿Moscú... ? ¿ París... ? ¿Nueva York... ? ¡Cochero! (Rugir de corneta de automóviles). ¡Ni hombres, ni caballos! ¡Autopistas, autopistas, autopistas! (Se apoya en la puerta para rascarse la espalda; busca con los dedos abiertos, se vuelve y descubre en la blanca pared una chinche, que se ha deslizado desde el cuello de su chaqueta). ¡Chinche, chinchita, chinchilla! (Echa mano de su guitarra y canta). No te alejes, ven conmigo... (Apresa la chinche entre los dedos; se le vuelve a escapar). Nos separamos, como en el mar las naves... ¡Se me fue!... ¡Solo! Ninguno me contesta, de nuevo me hallo solo... ¡¡Solo!! Cochero, autopistas... ¡Calle de Lunacharski 17! ¡¡Sin equipaje!! (Se lleva las manos a la cabeza y cae desvanecido en brazos de Zoia, que corre hacia él desde la puerta).

 

 

 
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