Los mozos corrieron a la ciudad en busca del doctor Bruck,
mientras Susana preparaba, vendas, agua y compresas : tarea completamente
inútil. El consejero cambiaba, sin cesar, presa de la mayor ansiedad, los
tapones de hilas en la herida para contener la hemorragia, pero todo en vano; no
había duda de que se habla roto la arteria,
¿ Como pudo. ocurrir esto?
¿ Fue el resultado de la excitación del viejo o
del esfuerzo que hizo al saltar de la cama,, o bien (¡ cómo le
latía el corazón al consejero, mientras se hacía esta
pregunta!) habíasele roto la arteria porque, el joven, en la breve lucha
que sostuvo para librarse de la agresión, había inconscientemente
arrancado el vendaje que le puso el médico después de la
operación? ¿Mas por qué había de atormentarle
semejante temor? El esfuerzo hecho por el enfermo para abandonar el lecho era
más que, suficiente para originar aquella desgracia,, pues el
médico repitió con insistencia, que el más ligero
movimiento, podía ser fatal al paciente. No, no, su conciencia estaba
tranquila, o a, lo menos nada le reprochaba; la consecuencia, del acto
imprudente del viejo no se le debía imputar al consejero; éste
había ido, al cuarto donde estaba, la caja para cumplir la voluntad del
molinero, y al ver aquel cúmulo, de riquezas no había
experimentado ningún sentimiento de codicia por aquellos tesoros. De esto
estaba seguro y su conciencia lo proclamaba muy alto. ¿Por qué,
pues, había de ser responsable de la, grosería, instintiva del
molinero y de su brutal desconfianza,, que le hacía, ver en las personas
más respetables presuntos ladrones?
Y a medida que su conciencia le tranquilizaba y se calmaba su
terror, aumentaba su descontento.
Esta aventura era debida, en efecto, a la bondad de alma, del
consejero y a la complacencia con que se ofrecía, siempre a sobrellevar
la carga de los demás, complacencia, que; a menudo había, sido
puesta en ridículo por sus amigos, los cuales veíanle a todas
horas dispuesto a aceptar cuidados que repugnaban a su naturaleza, y le
exponían constantemente a amargas decepciones y crueles
desengaños.
Romer hubiera, podido permanecer tranquilamente en su
magnífica quinta, sentado ante la mesa de whist, en el confortador
salón, rodeado de amigos queridos; pero su hada, maligna, que turbaba sin
cesar el curso de su existencia, habíale dotado de un alma abierta, a la
compasión y le inspiró el deseo de llenar, junto a la cabecera del
lecho de Sommer, las funciones de solícito enfermero.
Y esta misma hada maligna le retenía allí,
inclinado sobre aquel lecho repugnante, tratando en vano de contener la
hemorragia del anciano brutal que había querido asesinarle.
Transcurrían lentamente los minutos.
El molinero recobró los sentidos y se, dio cuenta de la
gravedad de, su estado. No hacía el menor movimiento, pero volvía
los ojos con expresión de, angustia hacia la puerta, cada, vez que, se
percibía, rumor de, pasos. Esperaba, aún que el doctor Bruck le
salvase, mientras el consejero observaba, con temor los cambios que se
verificaban en el semblante del anciano. Sólo un pintor puede. emplear
los tonos grises más tenues, y este pintor es la Muerte.