La previsión era justa. La investigación, encaminada al principio en dirección a la Louvette, en el departamento de Seine-et-Marne, no había llegado aún a la residencia parisiense del Marqués de Alligné.
A le noche de ese día cuando el Conde de Herquancy volvió a ver a su esposa que se sentaba a la mesa de la comida puso sobre el delicioso rostro que tenía enfrente la mirada más atenta más cargada de consideración, más deseosa de descubrir la personalidad profunda y... ¡quién sabe!.. más admirativa tal vez, con que hasta entonces había acariciado o escrutado ese semblante.
Los dos esposos no conversaron esa noche, como pasaba casi siempre, más que de las cosas triviales de que se puede hablar delante de los criados. Luego, se separaron: