En este punto preciso se vincula "la producción del derecho", la creación
legislativa a la democracia, ya que bajo este principio, en su perspectiva,
pueden encontrar acuerdos todos los miembros de la comunidad jurídica. Sólo en
virtud del principio democrático los miembros de esta comunidad se reconocen
miembros libres e iguales de una asociación a la que han entrado
"voluntariamente". Por eso el principio democrático y el sistema de derecho se
mueven en un nivel diferente al de los principios morales y subjetivos. Por el
contrario, en Hegel encontraros una concepción distinta. Rechaza la razón
subjetiva erigida en el fundamento de la conducta individual y social; la Razón
moderna consideraba el proceso social en un proceso kafkiano, donde el sujeto se
convertía en "ídolo". La Razón del "yo" erigida en el centro de todas las cosas,
más allá de sus alcances formales, significaba para el propio sujeto social, una
ruptura con el pasado que empobrecía la historia del presente y significaba la
fragmentación de las comunidades, según Hegel, Para éste, la Razón debía ser,
por el contrario, unificadora y no causa de fragmentación: la Razón subjetiva y
la autonomía de la voluntad serían no fuente de unión sino causa de división
(Xirau, 1981: 311).
Los tiempos modernos fundados en subjetividad estarían llamados a la
decadencia y a la inferioridad. Separada de la colectividad, la subjetividad
viviría alienada sin remedio, fuera de sí y perdida entre los demás. La función
última de la filosofía, según Hegel, es entonces la de "recuperar" esa totalidad
extraviada y la de fundar de nueva cuenta la vida social e individual
precisamente en una razón intersubjetiva, colectiva, absoluta entonces y no
relativa (Flores, Mariña, 2000: 41).
Encuentra Hegel, en consecuencia, que la "unidad de la totalidad" a la que
debían aspirar los "verdaderos" tiempos modernos encarna en la idea del Estado.
Sólo el Estado (fin absoluto), el individuo (fin provisional) realiza su
verdadera libertad. Entre esos dos extremos encontramos a la familia que, al
igual que el Estado, es un fin absoluto, si bien de una naturaleza distinta, y a
la sociedad civil, que es su fin provisional porque en ella los sujetos, a
través de sus intercambios y de su trabajo, cumplen sus objetivos particulares,
provisionales, de satisfacción y bienestar. Para Hegel, la moralidad social, en
el ámbito de las relaciones intersubjetivas, tiene tres momentos que se combinan
y "superan": la familia, la sociedad civil y el Estado, que representa la
coronación dialéctica del edificio social. Tal cosa significa que, además de los
"fines particulares" de los individuos o de su acción dentro de la sociedad
civil, su verdadero fin universal es el Estado, que regula y comprende el
comportamiento de los individuos y de la sociedad en su conjunto. La totalidad
de la vida individual, social y política, así como la religión, la filosofía y
el arte, constituyen una civilización orgánica, un todo, una suma, una
estructura histórica.