Hoy, esta apreciación de los distintos momentos de los "tiempos modernos",
era apenas un acercamiento erróneo de cómo concebíamos la modernidad, pues la
razón moderna, como pensamiento del sujeto, constituye un proceso histórico
social nuevo, una nueva idea de Razón -la Razón moderna- que suponía el
cálculo y la organización política social, cobró cada vez más importancia. La
expansión del mundo geográfico, hasta la "Nueva España", el intercambio
comercial ampliado, la necesidad de nuevas instituciones políticas y jurídicas,
la organización del conocimiento sobre bases experimentales, la transformación
de la producción y el surgimiento de las clases sociales en el sentido estricto
de término, exigían la construcción de una nueva idea de Razón que ordenara la
crisis del sistema monárquico y el surgimiento de una avalancha de
acontecimientos coyunturales como nunca en la historia del hombre se habían
sucedido. Esta nueva idea de Razón postulaba, de manera epistemológica sin
igual, que todos los problemas podían ser conocidos utilizando argumentos
demostrables, y que en esencia contenía verdades universales que podían
probarse, válidas más allá del tiempo y del espacio cualquiera. En consecuencia,
el espíritu de objetividad se convertiría en el elemento central de la Razón
moderna y de la elaboración teórica del conocimiento científico, en una validez
valorativa para las ciencias naturales como para las ciencias sociales, era el
arquetipo sine qua non. Las leyes de la naturaleza, en una visión
teleológica de historia, se habrían construido de una vez y para siempre en el
instante de la creación, y el conocimiento habría asumido la tarea de "develar"
ese misterio. En realidad, las características producidas del ser humano, según
los modernistas, serían su capacidad para el pensamiento racional y para la
acción, donde, en el terreno científico, el hombre elaboraría las hipótesis
(inductivamente), argumentos y pruebas en la práctica su exactitud, pero en el
campo histórico, el hombre construiría racionalmente las instituciones políticas
(el Estado, los monopolios de poder, etcétera) mediante el recurso de los medios
para lograr los fines preestablecidos.
El cemento epistemológico de la argumentación de la Razón moderna, una de las
discusiones centrales, estriba en el de analizar si la construcción lógica de
los conocimientos radica en reflejar fielmente los fenómenos de la realidad, del
exterior; o si, por el contrario, la crítica de los procesos mentales y de la
actividad de la representación se erige en la tarea fundamental de la filosofía.
Ésta última concepción, que asumiremos en su análisis y crítica, se constituyó
en el centro del universo y de la vida social, y el sujeto exaltado que utiliza
la Razón no sólo para "conocer", y "dominar" la naturaleza, sino también para
dominar y someter a otros sujetos endebles. Es decir, a lo largo de la historia
de la Razón moderna, ésta se constituyó en el instrumento angular de sujeción y
control, así como el de "racionalizar" no sólo el mundo social, sino al sujeto
social. Es decir, la secularización del pensamiento y de las costumbres
sustituyeron las cadenas divinas, que maniataban y subsumían al hombre medieval,
por nuevas cadenas en las ideas del progreso y de la libertad individual.