¡Ah, Federico! estas cosas, ya tan remotas, las tengo todavía ante mis ojos, como si las viera por vez primera: mi corazón late aún precipitadamente, cuando las recuerdo, y doy gracias a Dios por sus mercedes. Sí, le doy gracias y le bendigo, porque me ha dejado ver hasta mi tercera generación, y espero que prolongará, mi existencia para que pueda conocer a la cuarta. ¡Hágase su santa voluntad!
Hubiera querido hablar de lo que me había sucedido en, la fonda del Sol, pero ante mi alegría todo lo demás eran miserias; y hasta que salí de la habitación, dejando dormida a Zeffen, y en la sala contigua tomaba una corteza de pan y un vaso de vino, no referí, el caso a Bruch, que se quedó sorprendido.
-Escacha hijo mío -le dije, -el mariscal, me preguntó si estábamos dispuestos a defendernos, lo cual significa que los aliados persiguen a nuestros ejércitos, que éstos se baten en retirada y que nada puede impedir a aquellos que entren en Francia. Así, pues, una gran desventura amenaza nuestra dicha. Creo que los aliados querrán devolvernos todo el mal que les hemos hecho en diez años... ¡Dios quiera que me equivoque!
Dicho esto, nos retiramos a descansar.
Eran más de las once de la noche y en la calle continuaba el ruido.