https://www.elaleph.com Vista previa del libro "Paseos y fiestas de la capital" de Joseph Burkart (página 3) | elaleph.com | ebooks | ePub y PDF
elaleph.com
Contacto    Martes 14 de mayo de 2024
  Home   Biblioteca   Editorial   Libros usados    
¡Suscríbase gratis!
Página de elaleph.com en Facebook  Cuenta de elaleph.com en Twitter  
Secciones
Taller literario
Club de Lectores
Facsímiles
Fin
Editorial
Publicar un libro
Publicar un PDF
Servicios editoriales
Comunidad
Foros
Club de lectura
Encuentros
Afiliados
¿Cómo funciona?
Institucional
Nuestro nombre
Nuestra historia
Consejo asesor
Preguntas comunes
Publicidad
Contáctenos
Sitios Amigos
Caleidoscopio
Cine
Cronoscopio
 
Páginas 1  2  (3)  4  5  6  7  8  9 
 

La diversión que se puede disfrutar en este Paseo no puede calificarse de grande, pero tiene un especial atractivo para el extranjero por la cantidad de lujosos carruajes y, jinetes, el extraordinario boato de los atavíos y la alegre algarabía a bordo de las embarcaciones que surcan el canal. La fiesta consiste en recorrer lentamente un lado del paseo y regresar por el otro, salirse de la fila, detenerse media hora, mirar y dejarse mirar, fumar y después de haber pasado de este modo una hora, regresar a casa.

El teatro de México no ofrece ninguna particularidad, ni en su interior, ni en el exterior y deja bastante que desear tratándose de la ópera de una ciudad tan importante. El interior de la sala tiene forma de herradura que se estrecha hacia el escenario, de modo que resulta difícil abarcarlo con la mirada desde los palcos. En ocasión de mi última visita a México, se encontraba en la ciudad sólo una compañía teatral, integrada por varios actores de categoría. Más tarde, gracias a una subvención del gobierno por un monto de veinte mil pesos fuertes, se tuvo la posibilidad de contratar buenos cantantes en Europa ya que se les podía ofrecer mejor pago y también se formó una compañía de ópera italiana.

La orquesta era mediocre. En cambio, los decorados y el vestuario muy suntuosos. Resulta agradable asistir al teatro de México en ocasión de una función con mucho público, pues las damas concurren haciendo gala de gran esplendor y se ve mucha riqueza en los palcos. Extrañará al europeo la costumbre generalizada aquí de fumar tabaco. Damas y caballeros, sirvientes y mucamas, jóvenes y ancianos todos contribuyen a enrarecer la atmósfera con el humo de sus cigarros.

Los mexicanos comparten con los españoles su entusiasta predilección por las lidias de toros y no hay para ellos mejor diversión ni espectáculo más agradable. Durante varios años, la lidia de toros estuvo prohibida en varios estados, y en México, el incendio de la plaza de toros no es del todo adjudicable a la casualidad, pero pronto fue suplantada por otra nueva. En aquellos estados la prohibición fue levantada y las corridas volvieron a ser tan frecuentes como en épocas anteriores y con un público más numeroso.

La arena es un lugar llano, circular, rodeado por una empalizada de 1,30 a 1,60 metros de altura, y provisto de un espacioso portón. A poca distancia de la primera, se levanta una segunda empalizada, de modo que ambas forman un angosto corredor en torno a la arena, donde pueden refugiarse los toreros cuando la bestia arremete peligrosamente. Detrás de la segunda empalizada se disponen en forma escalonada, a la manera de un anfiteatro, varias hileras de asientos descubiertos destinados a las clases más bajas y luego siguen dos o tres hileras de palcos que ocupan los representantes de las clases superiores. Constituye un espectáculo sorprendente asistir a la plaza de toros cuando reina buen tiempo. Millares de espectadores, ataviados con los trajes y colores más variados, la mayoría muy lujosos, pero entre ellos algunos que esconden su desnudez bajo la manta o frazada que todo lo cubre, aguardan impacientes el comienzo de las corridas y tratan de acortar el tiempo de la espera sosteniendo animadas charlas.

La llegada del juez de la lidia, en estos momentos el alcalde de la ciudad, sin cuya presencia no debe comenzar la corrida, es anunciada por una música bien animada y se inicia entonces el espectáculo con el desfile de las personas que actuarán en la lidia: los picadores, los toreros y el arlequín que falta rara vez. Al cabo de una prolongada pausa resuena la señal para el comienzo del espectáculo.

 
Páginas 1  2  (3)  4  5  6  7  8  9 
 
 
Consiga Paseos y fiestas de la capital de Joseph Burkart en esta página.

 
 
 
 
Está viendo un extracto de la siguiente obra:
 
Paseos y fiestas de la capital de Joseph Burkart   Paseos y fiestas de la capital
de Joseph Burkart

ediciones elaleph.com

Si quiere conseguirla, puede hacerlo en esta página.
 
 
 

 



 
(c) Copyright 1999-2024 - elaleph.com - Contenidos propiedad de elaleph.com