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Hacia las cinco de la tarde, en particular los domingos y días de fiesta en que reina buen tiempo, todos afluyen a los paseos y quien desee ver el hermoso mundo de México en todo su esplendor, debe visitar el Paseo de las Vigas el lunes de Pascua. Se concentran allí los numerosos y pesados carruajes de la capital, bellamente barnizados y guarnecidos con adornos de plata, en apretadas filas, tirados por dos hermosas mulas. Las bestias llevan también ricos arreos guarnecidos de latón o plata que hacen resaltar el color castaño o negro de su pelaje. Las bellas de México, luciendo sus mejores galas, se muestran así, a paso lento, a los entusiastas espectadores. Esos días, todos los vehículos son usados para concurrir al paseo. Se ven allí en abigarrada mezcla carruajes privados así como coches de punto, de los que abundan en la Plaza Mayor, y los ornatos y los colores de los vehículos varían tanto como el color de la tez y los atavíos del mundo femenino de todas las clases sociales que los ocupan. Lo que más llama la atención del europeo en estos coches no es sólo el tiro de mulas y sus arneses, sino también el saco de cuero, a menudo adornado con una placa de latón, donde es introducida a la fuerza la cola de cada mula cual si fuera una red para el cabello. El cochero no viaja sentado en el pescante, sino cabalga sobre una de las mulas, para ejercer su mejor control.

No menos numerosos y curiosos que los paseantes en coche son los que van montados. Los caballos y las monturas son tan llamativos como el traje de los jinetes. Una cabalgadura particularmente apropiada para visitar el paseo, debe estar bien alimentada y no ser demasiado grande, de crines tupidas y largas, pero en especial debe saber levantar y lanzar hacia afuera las patas delanteras y por ese movimiento recibe el nombre de braceador. Por lo general, las riendas son simples, de cuero blanco, guarnecidas de abundantes adornos de plata y están provistas de un freno árabe agudo. Sobre el frontal, una franja de piel de tres a cuatro dedos de ancho, bordada en ambos extremos con hilos de oro o plata, sirve para cubrir los ojos del caballo y tapar el izquierdo en el momento de montar. La silla consiste en una especie de montura húngara redondeada en su parte posterior, mientras que en la anterior se continúa en una elevada perilla de arzón de gran tamaño. Tanto éstas como la parte posterior, llevan ricas guarniciones de plata. U silla cubre una gran mantilla de piel, con ricos bordados. De la parte anterior de la perilla del arzón penden las armas de agua descriptas más arriba y para completar lo curioso, la parte posterior del caballo se cubre con una coraza de cuero o anquera que llega desde la silla hasta poco más arriba de las ancas del caballo. La anquera también está bordada y ribeteada con una franja de hierro, latón o plata que a cada paso o movimiento del caballo produce un sonoro chacoloteo.

Originalmente, la anquera quizá haya servido para proteger al caballo contra las flechas y los dardos, pero en la actualidad su finalidad consiste en evitar que el animal fustigue con la cola y obligarlo a retraer el cuarto trasero para que se apoye más en él y pueda levantar bien altas las manos. El traje de montar responde a ¡ti¡ descripción anterior, pero debe estar cuajado de bordados en oro y plata si habrá de provocar admiración. Tampoco faltan los peatones en crecido número. A fin de mantener el orden entre la muchedumbre que va y viene, los dragones con sus uniformes azul claro, montan guardia sobre las cabalgaduras, apostados a lo largo del camino. En el canal también hay animación. Algunos grupos de alegres personas recorren el paseo en las embarcaciones adornadas de flores y se divierten cantando y jugando.

 
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Paseos y fiestas de la capital de Joseph Burkart   Paseos y fiestas de la capital
de Joseph Burkart

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