-La muchacha se detiene e involuntariamente baja la voz:
-El doctor le ruega que vaya al número diez.
-Bueno; pero, ¿no puedo tomar antes un bocado? ¿Qué quiere? -Es necesario sacar un cadáver.
-Bueno, ahora voy.
Y el portero se retira.
Por último el doctor del pelo canoso aparece en la escalera conversando tranquilamente con los cónyuges forasteros. El doctor se detiene en la escalera y dice:
-Pero, si se empeñan en verlo inmediatamente, debemos obrar con diplomacia. Ustedes desean que no lo conozca la madre, ¿no es verdad?
-Sí, eso queremos -responden ambos.
Y la mujer se apresura a añadir:
-Al hacerme cargo del niño quiero
tener la seguridad de que ha de ser para nosotros. Quizás la madre, quisiera ir luego en su busca, y entonces el pequeño tendría dos madres; también es posible que tenga familia, y ésta podría venir a meterse en ciertas cosas y... no, muchas gracias, no queremos nada con ella.
El doctor asiente.
-Bien, entonces habrá que representar una pequeña comedia. Pero no olvide usted su papel, señora, cuando vea al angelito.
Y les lleva, a través del patio, a otra escalera. Pero, de pronto, la mujer le pone la mano en el brazo.