La moza mira a la señora y dice luego tranquilamente:
-Sí, tres.
-¿Qué hace? ¿servir ?-pregunta la señora suspirando.
-No, es encuadernadora.
Siguen adelante, mientras la muchacha se acuesta de nuevo en la cama y cruza las manos bajo la nuca.
Todas las mujeres vuelven sus rostros hacia los visitantes, contemplándolos con esa extraña mezcla de envidia y de admiración propia de cuantos se encuentran en un hospital. Aquellas dos personas vienen directamente de la luz del sol y del aire libre y llevan a la sala aire y luz; pero, dentro de un momento se marcharán, y podrán permanecer afuera cuanto les plazca.
El director se detiene junto a otra cama y la mujer piensa:
-¿Será ésta!
Pero al acercarse ve sobre las almohadas, con gran desilusión, una cabeza cana.
-El parto de ésta fue muy laborioso -explica el doctor con indiferencia-. Tiene cuarenta y cinco años y es primeriza.
Cuando la visitante observa que la mujer duerme, murmura:
-¿De modo que no es, ésta? Naturalmente, estará casada.
El director mueve la cabeza:
-Es soltera- contesta con extraña sonrisa.