https://www.elaleph.com Vista previa del libro "Intrigas venecianas" de José María Blanco White (página 5) | elaleph.com | ebooks | ePub y PDF
elaleph.com
Contacto    Jueves 02 de mayo de 2024
  Home   Biblioteca   Editorial   Libros usados    
¡Suscríbase gratis!
Página de elaleph.com en Facebook  Cuenta de elaleph.com en Twitter  
Secciones
Taller literario
Club de Lectores
Facsímiles
Fin
Editorial
Publicar un libro
Publicar un PDF
Servicios editoriales
Comunidad
Foros
Club de lectura
Encuentros
Afiliados
¿Cómo funciona?
Institucional
Nuestro nombre
Nuestra historia
Consejo asesor
Preguntas comunes
Publicidad
Contáctenos
Sitios Amigos
Caleidoscopio
Cine
Cronoscopio
 
Páginas 1  2  3  4  (5)  6  7  8  9  10  11  12  13 
 

-Cuatro mil ducados fueron puestos ayer a vuestro haber, pero sin nombre. El sujeto que los entregó no quiso decir de dónde venían.

-Poco importa -dijo Alberto-; supuesto que son para mí, os estimaré me mandéis quinientos a mi posada.

-Así lo haré sin falta -concluyó el banquero.

-¡Bendito fraile! -Exclamó entre sí el alemán- ¡Santo más milagroso que ninguno de los que yo trataba en otro tiempo de lisonjear con misas!... Pero ¿en qué diablo de zambra me ha metido? ¿Cómo saldremos de ella? No hay que olvidarse, amigo Alberto, que aquí en Venecia desaparecen los hombres como por escotillón, y pudiera ser... Pero ¿a qué acongojarse antes de tiempo? Si yo cumplo con mi comisión, no tengo por qué temer. ¡Oh Giannetta, Giannetta, taimada y poco de fiar eres, pero no puedo vivir sin ti! Ánimo, y vamos a su casa.

El oro es el metal más prodigioso que ha formado la naturaleza. Su influjo se extiende a distancias increíbles. Con tal que un hombre tenga a su mano una buena porción de este mineral prodigioso, le veréis el reflejo en la cara aunque él se halle a un cabo y su tesoro al otro del diámetro de la tierra. Una tira de papel encantado lo transporta en poco minutos a su faldriquera; los demás hombres sienten el poder oculto del metal, y hasta las selvas y peñas le abren paso. Como Giannetta no tenía la menor semejanza con montes ni riscos en cuanto a dureza, aunque se les parecía algo en lo enmarañado de su carácter, no es extraño que los cuatro mil de pico, que esperaban tranquilos la firma de Alberto para volar a las blancas manos de la tal niña, obrasen una mudanza completa en la determinación de no verlo más. Al entrar inesperadamente en la sala, se empezó a aglomerar una especie de nube sobre las negras cejas de Giannetta. Pero no bien hubo Alberto anunciado que su antigua amistad no le permitía dejarla ignorante de la honradez de uno de los deudores de su padre, que le había enviado una considerable suma sin que él la pidiese ni la esperase, ni la primera sonrisa con que la primavera anuncia la huida del invierno es más placentera que la que congratuló a Alberto por su buena fortuna.

Pasados los primeros raptos de alegría, no pudo menos nuestro héroe que empezar a sentir lo dificultoso de su encargo. Presuroso y empeñado en no perder tiempo, al día siguiente empezó a dedicarse a Elvira con achaque de la amistad desinteresada que el ser obsequiante de su hermana requería. Poco, empero, agradaban a Giannetta estas filosofías de amistad y desinterés. Celosa, naturalmente, de su hermana, rival oculta a causa de la ambición que le hacía envidiar el cortejo de un hombre tan poderoso en Venecia como Mocénigo, la sospecha de que hasta su casi desplumado alemán parecía inclinarse al imán principal de la casa puso el colmo a su enojo y la determinó a no guardar término a su venganza.

Jamás había Alberto hallado a su Giannetta más que meramente placentera. ¡Cuál sería su placer cuando la vio ahora con todos los síntomas de enamorada! La primera indicación de esta mudanza fue el pedirle celos. ¡Celos, pedidos por una querida! ¿Dónde está el hombre que no se ha saboreado con el primer trago de esta copa engañosa, agradable y picante en la superficie, y más amarga que acíbar en el fondo? Bien conocía Boscán este sainete del amor cuando en sus planes de felicidad contaba el que su amada.

«... Alguna vez me pida celos, con tal que me los pida blandamente».

 
Páginas 1  2  3  4  (5)  6  7  8  9  10  11  12  13 
 
 
Consiga Intrigas venecianas de José María Blanco White en esta página.

 
 
 
 
Está viendo un extracto de la siguiente obra:
 
Intrigas venecianas de José María Blanco White   Intrigas venecianas
de José María Blanco White

ediciones elaleph.com

Si quiere conseguirla, puede hacerlo en esta página.
 
 
 

 



 
(c) Copyright 1999-2024 - elaleph.com - Contenidos propiedad de elaleph.com