Y mientras ponía en la mesa los platos y los vasos que debían servir para la cena, prosiguió, volviendo a Juana por medio de un rodeo:
-El chico va allí todos los dias...
-Hace bien en enterarse por si mismo de los cuidados que se tienen con los carneros.
-¡Seguranlente que si se contase sólo con Juana!...
-Natalia, más vale no hablar de, ella -dijo severamente Domingo.
-No lo digo con mala intención.
-No, pero parece que no la quieres bien.
-¿No querer bien a semejante
chiquilla?... ¿Por qué, Dios mío? Bastante daño se hace ella con sus muecas y sus aires de santita... Porque yo veo claro en sus ojos... Pregúntaselo a la Tabouriech, Domingo.
-¿A Zoe?
-No, no, a la madre.
-¿Y qué dice la Tabouriech?...
-Dice sencillamente que, si Juana estuviese sirviendo en su casa, no la conservaría ni veinticuatro horas.