-Conozco, sin embargo, no pocas madres que la quisieran para sus mozos; la Frigoul, la Benecech, la Domergue...
-Puestoque no se trata de Zoe, ¿ quién es la joven?
-Ya te lo he dicho, Domingo, una muchacha de nada, una embaucadora.
-Pero su nombre, su nombre -repitió desesperadarnente Combals.
Natalia continuó sin oirle, esperando pesar sobre su hombre con toda su perfidia:
-Sí, una hija de ladrón, de quebrado y de incendiario, una chiquilla que hubiera hecho mejor en no sobrevivir a la vergüenza de su familia o marcharse de la aldea...
-¿Juana ?-exclamó Domingo,-¿Es a Juana a quien ama Pedro?
En aquel grito de Combals había extrañeza y alegría.
-Sí -repitió Natalia,-una
que hubiera hecho bien en marcharse del pueblo, en vez de quedarse para embaucar a nuestro hijo... Ya sabía bien lo que hacía quedándose en casa de los Combals... Levantar de cascos a Pedro, casarse con él y con nuestro dinero y rescatar los bienes del ladrón de su padre.
La voz de la Combals, de sorda que era al comienzo de la discusión, se había elevado insensiblemente y la cólera ponía en ella extrañas inflexiones.