Aquella noche, Natalia sufrió mucho
en su corazón de madre y en su amor propio de paleta ambiciosa. A pesar
de su opinión, a pesar de las cartas insidiosas que le había
escrito, para que buscase un empleo en la ciudad, Pedro había vuelto
é iba, acaso, a recobrar el amor a la vida de los campos. Había
vuelto, y Domingo, con sus palabras y con su ejemplo, iba a infundir de nuevo en
su sangre y en sus venas el espíritu de su raza. No, Pedro no se
quedaría en Cabrerolles, y, a pesar de su hijo mismo, a pesar de Domingo,
a pesar del mundo entero, Pedro sería dichoso fuera de una aldea perdida
en las montañas. Ella sabría arreglarse para ello, y ya más
de un plan se formaba en su mente para favorecer y secundar su
empresa.
Natalia estaba meditando el poner en
ejecución uno de esos planes en el día en que se abre nuestro relato, y se hubiera guardado bien de dejar caer la conversación empezada con su marido y que ella había sabido colocar en un terreno tan favorable a sus proyectos. Domingo, por otra parte, se sentía alarmado, y a pesar de la presencia de Rosa, que se había sentado junto al fuego, y a causa de esa misma presencia, que parecía animarle, el labrador reunió todo su valor y, continuando su pensamiento, dijo en voz asombrada pero firme: ¿Es verdad, Natalia, que Pedro está enamorado?
Eso se ve en sus ojos. Sólo tú en el pueblo no lo has notado.
-Yo no me cuido de esas cosas. Bastante tengo con el cuidado de mis tierras y la venta de mis cosechas.
-Yo también tengo ese cuidado, Domingo, y tengo además el de Pedro.
-¡Bah! el muchacho está en la edad en que no tiene importancia un amorío. Si ama, déjale, amar... Así hemos sido nosotros dos.
-Con la diferencia de que yo me llamaba Natalia Raynal, mientras que la joven a quien ama Pedro...
-Y bien, esa joven...
-Es una muchacha de nada, una embaucadora, que no quiere más que cambiar de nombre y llamarse Combals...
-¿Zoe Tabouriech ?-murmuró Domingo.
-¡Ah! esa puede entrar con la cabeza alta en cualquier familia.
-No es eso lo que todo el mundo piensa -dijo con firmeza Combals.