En todos los círculos obreros para instrucción o recreo, o para entrambas cosas, ¿no sería posible dar un curso de economía social en lecciones breves y claras?
Hay ya centenares de estos círculos en España, y a ellos acuden los obreros más inteligentes.
Tal vez haya círculos obreros en
localidades donde falta persona competente para enseñarles economía social. ¿No podría formarse una asociación para esta enseñanza, que acudiera a auxiliarla donde cuente con pocos elementos, y a vivificarla en todas partes?
¿Y no podrían darse premios a los mejores manuales y cartillas para generalizarlos conocimientos de economía social?
Todas estas cosas nos parece que pueden y deben hacerse; deben hacerse por aquellos que pueden y para quienes el deber es más que una palabra.
En el Congreso pedagógico
hispano-portugués-americano, donde se reunen tantas personas de claro entendimiento y buena voluntad, ¿no podría formarse el núcleo de una Asociación para popularizar la enseñanza de la economía social?
Son muchos los que, piénsenlo con más o menos claridad, o díganlo con más o menos franqueza, todo lo fían al embrutecimiento del obrero; nuestra esperanza está en su cultura.
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