Estos desequilibrios no son peculiares de
las muchedumbres, sino que en ellas se prolongan más y se manifiestan de un modo más ostensible. Por desequilibrio intelectual(1) se promulga una ley injusta, se pone en práctica, y si la injusticiano pasa del todo desapercibida, al menos no produce escándalo ni ruido. Por desequilibrio intelectual se opone resistencia a una ley justa (caso mucho más raro que el anterior), y de esta resistencia, si es popular, resultan asonadas y motines y desmanes que hacen el error más ostensible y sus consecuencias más temidas. Así, pues, la mala influencia de las pocas ideas es más ostensible en el que tiene menos, pero real en todo el que no tiene bastantes.
La estadística nos da a conocer el
número de españoles que saben o no leer y escribir; y como el
conocimiento de las primeras letras es un medio de instruirse, no la instrucción, poco nos dicen de ella estos datos estadísticos. Recurriendo a otros, se sabe que en los centros de mayor cultura, donde hay escuelas de artes y oficios, o asociaciones que, entre otros objetos, se proponen enseñar algo, el obrero recibe alguna instrucción más que la adquirida en la escuela de primeras letras: elementos de geometría, de física, de química, de dibujo, modelado, etc. Suponiendo, es una suposición, que todo está bien dispuesto para que el operario se perfeccione en su oficio, se observa que la instrucción del hombre está descuidada. Prescindiendo de las escuelas donde hay obreros muy hábiles que aprenden mecánica aplicada y otros que apenas saben leer, y la inmensa mayoría no entienden lo que leen, supondremos las escuelas de artes y oficios bien organizadas, y veremos que en ellas se hace, como decíamos, el operario más hábil; pero el hombre, en sus relaciones industriales y económicas con los demás, sale tan ignorante como entró.
Decimos en sus relaciones industriales y económicas, porque estos breves apuntes no pueden extenderse a todo género de instrucción que el obrero, como hombre, necesita.