II
Urge enseñar al obrero
economía social; y no decimos política, porque esta palabra, como suele entenderse, limitaría mucho el campo de la instrucción, a nuestro parecer necesaria; no bastan algunas ideas exactas respecto a la organización del trabajo, distribución de sus utilidades, índole, causa y efectos de la concurrencia y del monopolio; es menester saber lo indispensable respecto a todo el organismo social, porque el problema, como hemos dicho y repetido, y volvemos a decir y a repetir, no está sólo ni principalmente en el taller y en la fábrica; está en el cuartel, en la escuela, en la aduana, en la oficina, en el palacio, en el presidio, en la tienda, en la bolsa, en la cátedra, en el despacho del lotero, en la casa de juego y de mal vivir, en el escritorio, en el municipio, en las Cortes, en los Ministerios, en los templos, en las tabernas, en la redacción del periódico, en los libros del usurero, en todas partes.
Es menester que sepa el obrero que, como la vida material es una serie de relaciones con la Naturaleza, la vida social es una serie de relaciones con los individuos o colectividades que componen la sociedad; y que, según estas relaciones se ajustan o no a la justicia, los que las sostienen saldrán beneficiosos o perjudicados.
El obrero está en relación
con el patrono, pero lo está también con todos los que le compran o le venden algo, sean billetes de la lotería o de los toros, cigarros o copas, telas, pan, etc.; está en relación con los que hacen las leyes, los reglamentos, las ordenanzas, los decretos, y con los que le obligan a obedecerlos. Directa o indirectamente, está en relación, no sólo con sus compatriotas, sino con todo el mundo, por la influencia que en el precio de las cosas que vienen del extranjero tienen las leyes que allí rigen, las tarifas, etc., y por los numerosos ejércitos que contribuyen a la opresión y a la ruina de los pueblos.
Demostrando al obrero (y no creemos que ofrezca dificultad intelectual) que su vida social es una serie de relaciones que pueden ser en su provecho o en su daño, sele disuadiría del error, o por lo menos entraría en la duda de que la cuestión social no es tan sencilla como le dicen los que sólo le hablan de lo que debe cobrar, y no de lo que tiene que pagar y de para qué lo paga.