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Pero sólo podemos hablar brevemente; porque es manifiestamente imposible describir la moral propia de cada profesión -no sería pequeña empresa esta descripción- y explicarla. No podemos más que presentar algunas consideraciones sobre las cuestiones más importantes que pueden surgir sobre el tema. Las reducirnos a dos: 1º ¿Cuál es el carácter general de la moral profesional respecto de las otras esferas de la ética? 2º ¿Cuáles son las condiciones generales necesarias al establecimiento y al funcionamiento normal de toda moral profesional?

El rasgo distintivo de esta moral, lo que la diferencia de las otras partes de la ética, es la especie de desinterés con que la considera la conciencia pública. No hay reglas morales cuya violación, por lo menos en general, sea vista por la opinión con tanta indulgencia. Las faltas que conciernen al ejercicio de la profesión son objeto de una culpa bastante incierta fuera del medio estrictamente profesional. Pasan por faltas veniales. Jamás la pena disciplinaria pronunciada por ejemplo contra un funcionario por sus superiores jerárquicos o por los tribunales especiales correspondientes atañe gravemente al honor del culpable, en caso, naturalmente, que no sea también una ofensa contra la moral común. Un cobrador que comete una indelicadeza es tratado como todos los autores de indelicadezas, pero un contador que se contenta con no observar las reglas de una contabilidad escrupulosa, un funcionario, de manera general, que pone un celo insuficiente en el cumplimiento de sus funciones, no produce efecto de culpable, aunque sea tratado como tal en el cuerpo al que pertenece. El hecho de no hacer honor a la firma es una vergüenza, quizás la vergüenza suprema, en los medios industriales y comerciantes. La cosa se ve con otros ojos en otras partes. No soñamos en negar nuestra estimación a un hombre que está en quiebra y solamente en quiebra. Esta característica de la moral profesional se explica por otra parte fácilmente. No puede interesar vivamente la conciencia común precisamente por no ser común a todos los miembros de la sociedad, porque, en otros términos, está un poco fuera de la conciencia común. Precisamente por tratarse de funciones que no todo el mundo desempeña, no todos pueden tener el sentimiento de lo que son esas funciones, de lo que deberían ser, de lo qué deben ser las relaciones especiales de los individuos que están encargados de ellas. Todo esto escapa más o menos a la opinión general, se, encuentra parcialmente fuera de su esfera inmediata de acción. Por esto el sentimiento público sólo se siente débilmente ofendido por esta clase de faltas. Sólo lo alcanzan aquellas susceptibles, por su gravedad, de tener repercusiones generales.

 
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