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Si todos no tienen la misma edad en el mismo momento, y en
consecuencia los mismos deberes en el seno de la familia, estas diferencias sólo
duran un tiempo, y si los diversos deberes no son cumplidos al mismo tiempo por
todos, son cumplidos por cada uno sucesivamente. No existen deberes de los que
el hombre no deba ocuparse, por lo menos normalmente. Las diferencias que
provienen del sexo son las únicas duraderas, y se reducen a grados. Del mismo
modo aunque la moral cívica cambia según los Estados, todo el mundo depende de
un Estado, y tiene por este motivo deberes que se asemejan en sus rasgos
fundamentales (deberes de fidelidad, de devoción). No hay hombre que no sea
ciudadano. Pero hay una serie de reglas cuya diversidad es mucho más marcada:
son aquellas cuyo conjunto constituye la moral profesional. Tenemos deberes
como. profesores, que no son los de los comerciantes; el industrial tiene
deberes muy distintos al soldado, el soldado al sacerdote, etc. En este sentido
puede decirse que hay tantas morales como profesiones distintas y, como en
principio cada individuo no ejerce más que una profesión, resulta de ellos que
esas morales diferentes se aplican a grupos de individuos absolutamente
diferentes. Estas diferencias incluso pueden llegar al contraste. Estas morales
no sólo son distintas las unas de las otras: entre algunas hay verdadera
oposición. El sabio tiene el deber de desarrollar su espíritu crítico, de no
someter su entendimiento a autoridad alguna que no sea la de la razón: debe
esforzarse en ser un espíritu libre. El sacerdote, el soldado en cierto sentido,
tienen el deber contrario. La obediencia pasiva, en medida a determinar, puede
ser para ellos obligatoria. El médico tiene a veces el deber de mentir o de no
decir la verdad que conoce; hombres de otras profesiones tienen el deber
opuesto. Así encontramos en el seno de cada sociedad una pluralidad de morales
que funcionan paralelamente. Es de esta parte de la ética que vamos a ocuparnos.
El lugar que le asignamos en la continuación de este estudio está por otra parte
en perfecta conformidad con el carácter que acabamos de reconocerle. Este
particularismo moral, si así puede decirse, que es nulo en la moral individual,
aparece en la moral doméstica para alcanzar su apogeo en la moral profesional,
declinar en la moral cívica y desaparecer de nuevo con la moral que rige los
contactos de los hombres en tanto que hombres. En este sentido la moral
profesional se encuentra alineada entre la moral familiar de la que hemos
hablado y la moral cívica de la que hablaremos más tarde. Por ello vamos a decir
unas palabras.
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Lecciones de sociología
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